Capítulo 6: Celos

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Entre más investigaba Jhon, mayor era el dolor por el oscuro destino que su familia vivió tiempo atrás

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Entre más investigaba Jhon, mayor era el dolor por el oscuro destino que su familia vivió tiempo atrás. Algunas notas de la localidad de Shrewsbury hablaban sobre el ruin final padecido por sus primos, hombres que terminaron mutilados, desangrados en el piso del castillo. Los libros de historia mencionaban en principio la gran hambruna del siglo XIX, provocada por la mala administración de los británicos y la pésima toma de decisiones, ya que, gran parte del territorio destinado a la siembra de alimentos básicos, fueron remplazados por la siembra del té y el algodón para la manufactura de textiles. 

El viajero en el tiempo, con dificultad, podía contemplar aquella funesta idea, ¿cómo fue capaz su hermano de utilizar las tierras de Shrewsbury para la siembra de algodón en vez de los alimentos que su gente requería? ¿Qué tan grande fue la codicia que lo orilló a tomar tan mala decisión? Todo le parecía grotesco, casi al grado de la repulsión, sobre todo en cada momento que analizaba de cerca las cifras mortales de la tragedia.

Fueron dos días los que John y Emilia apenas si se dirigían la palabra, el hombre intentó sobrevivir por sí mismo, dado que ella fingía estar siempre ocupada. 

En realidad, estaban tan acostumbrados a las amigables charlas entre ellos, que en el momento en el que surgió un altercado, ninguno de los dos supo cómo reaccionar. En el departamento, Emilia corría a esconderse a su habitación, fingiendo sentir cansancio, John encendía la televisión o tomaba algún libro que le llevara al olvido. Por las mañanas se miraban el rostro de nuevo, había saludos cordiales y estando de regreso en la universidad, el caballero se escurría a la biblioteca por largas horas.

Ninguno pretendía olvidarse de la pelea. John aseguraba que ella le escondió la información con alevosía y ventaja, mientras Emilia alegaba que, de ninguna manera, fueron esas sus intenciones. Sin embargo, no pudo evitar sentirse molesta por aquellas protestas en tono de grito que surgieron en su oficina dos días atrás.

A pesar de los incontables reclamos que ambos se hicieron, había algo que tenían en común, algo que mantuvieron suprimido para sí mismos. Extrañaban la amistad que surgió cuando se conocieron, las largas pláticas sobre el castillo, el siglo XIX, tecnologías, eventos históricos que John se perdió. También precedía esa complicidad que nació de las mentiras que juntos crearon a fin de que nadie sospechara sobre el viajero del tiempo.

Ese día, Emilia escuchó la puerta de su oficina abrirse, asomó el rostro por encima del escritorio y miró a Ángela, una hermosa morena de cabello rizado que trabajaba en el departamento de matemáticas de la universidad. Enseguida, después de su entrada, corrió a saludar a John con un evidente beso en la mejilla.

—¿Vamos? —preguntó la mujer y el caballero asintió dejando de lado los diarios.

Emilia seguía esperando que alguien le dijera algo, los miró con recelo hasta que fue la misma Ángela la que abrió la boca.

—Invité a John a comer, supongo que no hay problemas.

—¿Por qué los tendría? John puede ir a comer con quien quiera —soltó la castaña con cierto tono de frialdad.

Después de 174 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora