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Desde la conquista de Aegon, Visenya y Rhaenys Targaryen, todos en poniente y los siete reinos pensaron que las casas Targaryen y Velaryon fueron las únicas en sobrevivir a la maldición de la antigua valyria y traer dragones al...
Sin corregir, fotitos del faceclaim de Levana y la tiara.
«Despedidas y una boda real»
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Las lágrimas habían dejado de salir de su rostro y estaba consciente de que debía afrontar la situación, pero solo había ira en su interior, solo recibía traiciones por parte de todos. Había crecido junto a Alicent, su amiga y confidente por catorce años ¿Y ahora que sería? ¿Su madre? No, jamás permitiría eso, nadie en todo los siete reinos podría reemplazar a su amada madre.
Escucho unos pasos acercarse y supuso que sería la joven Declarys quien la buscaba pero no era así.
—Rhaenyra.
Estuvo tentada a golpear su rostro lleno de lágrimas hipócritas, no soportaba ver ese rostro que tantas veces la había acompañado. Ahora solo podía ver lo que realmente era, una simple traidora.
—Permite que te explique cómo sucedieron las cosas—
—¿Explicarme? No hay nada que explicar, te casaras con mi padre y serás la puta reina—Sus palabras eran venenosas pero no se arrepentía—Así son las cosas.
—Nunca deseé esto, te adoro, lo sabes—Dió un paso pero Rhaenyra retrocedió dos más—No entenderías esto, jamás lo harías porque lo has tenido todo.
—¿Esa es tu excusa? ¿En serio? —Exclamó con enojo—Seguro deseabas el trono antes de que mi madre muriera.
Bien, la princesa había dicho en voz alta lo que mucho de nosotros pensamos, ¿Cierto, queridos lectores?
—¿Cómo puedes decir eso?—Murmuró con dolor la castaña—Se lo mucho que amaste a tu madre, yo jamas—
—No te creo—Negó con la cabeza—No puedo confiar en ti, ni ahora ni nunca.
—Nyra...
—Princesa—La interrumpió—Ahora tu serás la reina y yo soy la princesa, solo eso, cualquier rastro de amistad que había entre ambas termino.
Rhaenyra había conseguido calmar su respiración y que su rostro volviera a ser una máscara de hielo. Recogió la falda de su vestido ligeramente y se dispuso a irse.
Aún con el corazón en la mano y un en su garganta, Alicent decidió apelar por una última oportunidad de redimirse.
—¿Ya no somos amigas?—Vió el cuerpo de la platinada detenerse—¿Que hay de todos nuestros días juntas y nuestra amistad? ¿Ya no significan nada para tí?
