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Desde la conquista de Aegon, Visenya y Rhaenys Targaryen, todos en poniente y los siete reinos pensaron que las casas Targaryen y Velaryon fueron las únicas en sobrevivir a la maldición de la antigua valyria y traer dragones al...
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Los hombres solían ser bárbaros, toscos, insensibles y muchas veces menospreciaban a las mujeres que pasarían el resto de sus días a su lado, o al menos esa era la situación de la mayoría en Westeros. Daemon Targaryen observaba desde una ventana a la joven doncella Declarys, seguía usando vestimentas de color oscura a pesar que habían pasado días desde el funeral, la servidumbre la seguía a una distancia prudente mientras ella cargaba en brazos a la infanta de la segunda casa del dragón.
Parecía dársele muy bien ejercer un papel materno para su hermana menor, se esforzaba por llenar el hueco que su difunta madre había dejado. Oh, la hermosa y querida Alice Lannister, una de las mujeres más hermosas en su momento, incluso a Daemon le pareció despampanante la primera vez que la vió, aunque lamentablemente no había podido cumplir su deber al no dar un heredero.
—Hermosa, ¿No es así?
Giró su rostro sutilmente para mirar a la anciana a su lado. La princesa Viserra Targaryen, la hija rebelde de la corona.
—Ciertamente, mi lady—Afirmó para volver a posar su vista en la joven.
Los ojos indigos de Viserra se posaron con frialdad sobre su sobrino. El principe aún no había recibido una respuesta por parte de su hijo para unirse a su guerra, había permanecido expectante ante una respuesta afirmativa.
—Me cuesta entenderte, Daemon—Admitió—Un hombre que lo ha tenido casi todo desde su niñez, riquezas, títulos y todas las doncellas que quisiera llevar a su lecho—Entrecerró sus ojos—¿Por qué revelarte contra tu hermano? ¿No te lo ha dado todo?
—No se trata de eso—Se encogió de hombros—No trato de probarle nada—No pudo evitar sonreír de manera burlesca—¿Pero a qué se debe tanto interés, tía? Me siento sutilmente juzgado por ti, aunque no deberías, si el viejo rey no te hubiese casado con Lord Declarys ¿Que habría sido de ti? ¿Serías una septa o seguirías siendo la comidilla de los ciudadanos?—La mano de Viserra quiso estamparse en el rostro de su sobrino pero se contuvo—Si, la hija más joven y hermosa de los antiguos reyes, pero también la que más dolores de cabeza les dió.
Ignorando aquellas crueles y venenosas palabras, sonrió:
—Entonces ¿Qué es lo que buscas?
Giró su cuerpo por completo hacia ella, ambas miradas similares se encontraron, ambos rebeldes, cascarrabias y con la sangre del dragón corriendo por su venas. Ambos príncipes no parecían ceder su mirada ante el otro.
Daemon inclino su rostro hacia ella y susurró.
—Poder.
Y Viserra supo que no mentía, la mirada de Daemon tenía un destello de oscuridad pero había algo de... ¿Bondad? No supo descifrarlo. El principe hizo una reverencia y abandonó el lugar susurrando un "Se me hace tarde".
