Eileen Snape y el Prisionero de Azkaban

I

1 semana, 2 días y 10 horas era el tiempo que llevaba desde que salí de Hogwarts.

1 semana, 2 días y 10 horas era el tiempo que llevaba sin tener ningún contacto con alguien de la civilización.

Creo que me estoy volviendo loca.

No puedo recordar cómo solía pasar el verano antes de entrar a Hogwarts, la única persona que tenía era Draco y solamente nos veíamos unas veces antes de que yo regresara con los Malfoy.

Creo que ya no estoy acostumbrada a estar sola.

Mi papá cumplió su promesa de que estaría castigada todas las vacaciones, así que me prohibió salir con mis amigos o poder enviarles cartas, inclusive me hizo mandarles una a todos explicando que no podría estar recibiendo cartas por estar castigada.

Qué suerte la de Roger, tener una novia y no poder hablarle durante las vacaciones.

Novia.

Tomé una almohada de mi cama y la puse frente a mi rostro para poder gritar sin que mi papá me escuchara, pateando con emoción el colchón debajo de mí, ha pasado una semana y aún no podía creer que Roger me había pedido ser su novia.

Cuando me calmé, bajé la almohada hacia mi pecho, abrazándola fuertemente y mirando hacia el techo con una sonrisa en mi rostro. La puerta a mi habitación se abrió segundos después de que tocaran y mi papá entró a la habitación.

—La comida está lista.

—Bajo en unos momentos.

Mi papá asintió pero se me quedó viendo unos segundos.

—¿Qué estabas haciendo?

—Solamente he estado acostada todo el día, preguntándome cuándo volveré a estar en contacto con el mundo exterior.

—¿Entonces por qué estás sonriendo? —Preguntó mi papá después de rodar los ojos.

—Oh... Nada más, sin motivo aparente. Te digo que me estoy volviendo loca por estar sola tanto tiempo. Creo que ya ni si quiera puedo recordar cómo se sienten los rayos del sol en tu rostro.

Exasperado, mi papá suspiró y salió de mi habitación, cerrando la puerta detrás de él. No podía dejar de sonreír, así que tuve que morderme el labio para evitar que se notara demasiado, pero de todas formas mi papá lo iba a notar.

Saliendo de mi habitación, bajé las escaleras de una por una, automáticamente pisando en los escalones que sabía no rechinaban, con mi mano derecha recargada sobre la pared, sintiendo el fresco de esta. No sé por qué estoy tan nerviosa de contarle a mi papá que Roger y yo estamos saliendo, básicamente ya lo estábamos haciendo antes, solamente que ahora es oficial. Y él nunca mencionó nada, nunca parecía estar en desacuerdo, así que no tendría por qué estarlo ahora.

Y aunque lo estuviera, de todas formas creo que no me importaría.

O al menos eso es de lo que me estoy intentando convencer.

Entré a la cocina, maravillándome por el olor de la comida. Mi papá estaba poniendo los platos en la mesa, mirándome molesto al ver que no traía zapatos puestos, únicamente mis calcetas, una de color naranja con líneas negras y la otra blanca, con círculos de colores.

—¿Por qué no eres una persona normal y utilizas el mismo par de calcetines?

—¿Qué hay de divertido en eso? —Pregunté, ayudando a terminar de poner la mesa.

—¿Podrías al menos utilizar zapatos? Dejas tus calcetines tan sucios que tengo que lavarlos dos veces.

—Eres muy dramático. —Comenté sonriendo, sirviéndome un poco de sopa.