XI

243 27 8
                                    

Sentados en el último conjunto de escaleras que daban hacia el séptimo piso, y por ende la torre de Gryffindor, Hermione y Roger se encontraban ahí, esperándome. Ninguno estaba hablando, ambos sentados a cada esquina de los escalones en un silencio denso e inclusive les tomó unos segundos para notar mi presencia; mientras Hermione miraba al suelo jugando con sus manos, Roger estaba recargado de espaldas contra la pared, con los ojos cerrados.

—¡Eileen! —Hermione exclamó, levantándose de su lugar en el pie de las escaleras y corrió a abrazarme, y, a diferencia de con mi papá, esta vez yo también regresé el abrazo.— Temía tanto que algo te hubiera pasado, cuando no regresaste de...

Carraspeé, sutilmente desviando la mirada hacia donde estaba Roger (quien ahora se encontraba mirándonos fijamente, sus ojos cansados).

—Te esperaré en nuestra habitación ¿de acuerdo?

Subió las escaleras y dio vuelta a un pasillo a la derecha, donde se encontraba un atajo para llegar más rápido a la sala común; mentalmente me estuve imaginando su camino hasta que estaba segura de que debería de estar lo suficientemente lejos de nosotros. Me acerqué lentamente a Roger, aún sentado en el escalón e intenté sonreír ligeramente.

—¿No voy a recibir un abrazo tuyo?

Bromeé, pero mi sonrisa se borró de mi rostro cuando después de unos segundos él no hizo nada mas que levantarse y caminar hacia mí.

—¿Qué estabas pensando, Eileen? ¿Creías divertido esconderte para que pensáramos que algo había sucedido? ¿Fue esto algún plan de Fred Weasley?

—No. —Fruncí el ceño, confundida.— ¿Qué tienen que ver los gemelos con esto? Lo siento, yo...

¿Por qué se siente tan difícil decir la verdad? Abría mi boca en un intento de explicarle lo que sucedió, pero las palabras se quedaban atoradas en mi garganta, como si se estuvieran sosteniendo a algo para evitar salir.

—Me quedé practicando hechizos hasta tarde, —mentí.— perdí la noción del tiempo.

—¿Sabes qué hora es? ¿Sabes cuánto tiempo llevamos buscándote? Tengo un examen en unas horas, y ahora estaré cansado que no podré concentrarme, solamente porque estabas practicando hechizos.

—Lo siento, Roger, no volverá a pasar.

Cuando él solía sujetarme con una mano sobre mi cintura y otra en mi rostro, me sentía segura, sus manos un pilar en las que podía sostenerme y nunca caería. Pero en este momento me sentía como si al estar cerca de él, estuviera caminando hacia un acantilado.

—Más vale que no, ¿de acuerdo? —Esta vez, su voz se había convertido en la dulce y suave voz que estaba acostumbrada a escuchar, pero el beso que me dio en la frente se sentía como si me quemara la piel.— Te quiero.

𓆙𓆙𓆙

Hermione no me cuestionó cuando al regresar a mi habitación, me dejé caer sobre la cama y cerré las cortinas alrededor, ni tampoco cuando pasó la hora del desayuno, las primeras clases del día, o la hora de comida.

No fue hasta que había escuchado a Lavender y Parvati que se fueron para cenar, que las cortinas se abrieron bruscamente, la luz de la habitación haciendo que entrecerrara los ojos, Hermione parada frente a mí con un plato de comida.

—Tienes que comer algo.

—No.

—Eileen, llevas 24 horas sin comer. Morirás de hambre.

—No sería lo peor del mundo.

Me di la vuelta para evitar mirarla y que la luz siguiera cegándome, pero mi alivio duró poco cuando Hermione removió por completo la cortina, haciendo que me tapara el rostro con las almohadas.

Eileen Snape y el Prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora