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Después de asegurar a Harry que no se iba a morir, el resto de la semana estuvimos la mayor parte de nuestro tiempo en el callejón, observando las tiendas o haciendo nuestras tareas en la Heladería Florean Fortescu. También nos habíamos encontrado a varios de nuestros compañeros, quienes estaban aquí para hacer sus compras. Al igual que Harry, Seamus y Dean también estaban obsesionados con la Saeta de Fuego, y Neville estaba siendo regañado por su abuela al perder la lista de útiles. Pero nunca me topé a la única persona que estaba emocionada de volver a ver; a Roger, tal vez tendré que esperar a verlo en el tren.

En el último día antes de regresar a Hogwarts, Harry y yo estábamos caminando por el callejón, pensando en dónde comer cuando escuchamos que alguien nos estaba hablando.

-¡Harry! ¡Eileen!

Ambos nos dimos vuelta hacia donde provenían nuestros nombres, notando que Ron y Hermione estaban en la heladería, ambos ondeando sus manos para llamar nuestra atención entre todo el mar de gente que se encontraba en las calles.

Harry ondeó su mano con tranquilidad, mientras yo estiré mi mano lo más que pude, ondeándola con fuerza, haciendo que Ron y Hermione se rieran.

-¡Por fin! -Comentó Ron, mientras Harry y yo nos sentábamos.- Los hemos buscado en todos lados, pero en el Caldero Chorreante nos dijeron que habían salido, luego fuimos a la librería y con la señora Malkin...

-Compramos todos los materiales la semana pasada. ¿Cómo se enteraron de que estábamos aquí?

-El señor Weasley nos dijo. ¿Es verdad que inflaste a tu tía, Harry? -Hermione preguntó seria. Ella había descuidado su helado de fresa, así que discretamente tomé la cuchara y comí un poco. Hermione aún así se dio cuenta, pero simplemente movió el vaso más cerca de mí.

-Fue sin querer. -Ron se estaba muriendo de risa, intentando calmarse cuando Hermione lo miró seriamente.- Perdí el control.

-No tiene ninguna gracia, Ron. -Hermione comentó.- Me sorprende que no te hayan expulsado.

-A mi también... No solamente ser expulsado, temía ser arrestado. ¿No sabrá tu papá por qué Fudge no hizo nada?

-¿Probablemente porque eres tú? -Ron seguía riéndose.- El famoso Harry Potter. No quisiera saber qué es lo que el Ministerio me haría si se me ocurriera inflar a mi tía. Pero primero me tendrían que desenterrar, porque mi mamá me hubiera matado. De todas formas, le puedes preguntar a mi papá más tarde. ¡Nosotros también nos estamos alojando en el Caldero Chorreante! Mañana nos podemos ir los cuatro a King's Cross... ¡Ah, miren esto!

Ron sacó de su mochila una larga y delgada caja, abriéndola con delicadeza.

-¡Finalmente tengo una varita nueva! Treinta y cinco centímetros, madera de sauce, con un pelo de cola de unicornio... Ya también tenemos todos los libros. El encargado casi se pone a llorar cuando le dijimos que queríamos dos.

-¿Qué es todo eso? -Preguntó Harry, señalando tres bolsas repletas que estaban a un lado de la silla de Hermione.

-Decidí tomar más materias que ustedes. Son mis libros de Aritmancia, Cuidado de Criaturas Mágicas, Adivinación, Estudio de las Runas Antiguas, Estudios Muggles...

-¿Estudios Muggles? -Pregunté.

-¿Para qué quieres llevar Estudios Muggles? -Preguntó Ron.- ¡Tus padres son muggles! ¡Ya lo sabes todo sobre muggles!

-Pero será fascinante estudiarlos desde el punto de vista de los magos. ¿No lo crees, Eileen?

-Mmm. -Lo pensé, comiendo otra cucharada de helado.- De cierta forma lo entiendo, sería fascinante estudiar a los magos desde un punto de vista muggle.

Eileen Snape y el Prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora