04.

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En el capitulo anterior.

— ¿Un aliado sin exigencias? eso es tan poco creíble, Felix.

—No hay nada que yo quiera de ti, Hyunjin.


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Seis meses después.


A Hyunjin le encantaba ser envidiado por quienes lo rodeaban, le gustaba ese sentimiento de superioridad que crecía en el cuándo notaba que los demás querían lo que el tenia o querían ser aunque fuera mínimamente por un segundo como el, aquello cambio cuando el objeto de deseo de los demás era su esposo.

No, no amaba Felix, pero sabía la joya con la que estaba casado, todo el mundo amaba al pecoso ya fuera por su amable trato con los demás o su inteligencia en cuanto negocio metiera las narices, sus padres lo querían, sus hermanos lo estimaban demasiado y sus cuñados y cuñada lo amaban como si fuera un gatito cachorro al que tenían que complacer.

Pero también existía el deseo pervertido que el castaño podía ver en los ojos de la gente que trabajaba con ellos, casi podía ver como hombres y mujeres se imaginaban teniendo una noche de pasión con su esposo, como le llovían los ofrecimientos de cama cuando asistían a eventos y cosas por el estilo.

Así mismo se había encargado de mandar a matar a más de veinte personas en esos seis meses solo por el hecho de atreverse a respirar cerca de Felix, Hyunjin no lo amaba pero a la vez solo lo quería para él.

Los meses después de la boda fuera en extremo confusos, el pelinegro no se comportaba como un esposo exigente, era tan cuidadoso de no molestarlo que la distancia comenzó a molestarlo, Felix era una pequeña joya que no llevaba a comprender cuanto valor tenia y debía que reconocer que el magnetismo del menor lo hacía pensar cada vez menos en su ex amante.

El pecoso era como una criatura mitológica para el castaño, alguien precioso que vivía en su casa pero que no se permitía probar por miedo a hacerse adicto, Felix era felicidad, elegancia, inteligencia, poder y deseo, Jesús... solo el sabia cuántas veces había estado tan tentado en seguir fingiendo en casa que eran un matrimonio cariñoso y enredarlo en sus sabanas, pero sabía que aquello no era correcto porque no sería justo para el menor.

Hyunjin sabía que bajo toda esa capa de autosuficiencia vivía un chico que soñaba con tener un príncipe de cuento de hadas que lo amara tanto hasta el punto de prometerle un para siempre, lamentablemente el castaño no podía ser ese príncipe, primero porque estaba lejos de serlo y segundo porque deseaba corromperlo tan mal que la misma lujuria tendría envidia.

— ¿Aun no estás listo? — La voz de su esposo lo interrumpió cuando llego a la puerta de su baño viendo como el más alto aún estaba batallando con el nudo de su corbata — Vamos Hyunjin... — hizo un puchero quitándole la corbata de las manos — dentro de nada tendremos a Yeji y Ryujin jodiendo que vamos tarde y que nos apuremos y todas esas cosas.

El Dragón de Medusa. - Hyunlix.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora