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Me gusta tu máscara. Se ve tan real, que podría decir que es tu cara. Casi me creo que lo era. ¿Por qué la usas? ¿No te gusta tu rostro?

. . .

¿Que cómo lo sé? ¿Pensaste que nadie lo notaría? Me imagino que sí; después de todo, finges muy bien.

Le diste hasta un nombre; es muy creativo. No sólo eso; le diste personalidad, pasado, gustos y más. Podría decir que es una persona completamente real.

Pero se te olvidó una cosa y la más importante: no lo es.

. . .

Sé que no lo es porque he visto la persona tras la máscara. De hecho, se me hace muy curioso el por qué la sigues usando. ¿Qué escondes? ¿Qué no quieres que vean?

¿Tus gustos? Eso ya lo saben. ¿Tus problemas? Ya los has contado. ¿Lo que piensas? Ya los has expresado.

¿Qué no has dicho sin la máscara para que aún la tengas?

. . .

Ya veo. Nunca te agradó la realidad, ¿eh? Es tu forma de ignorar la verdad; de dejar atrás quién eres. Ese objeto te dio una vía libre para hacerlo, y la tomaste sin dudar.

Mira, no tengo problema en que la uses, pero sí me preocupa algo. ¿Por qué no te la quitas? Antes lo hacías, pero ahora la llevas todo el tiempo.

. . .

¿Estás... creyendo que eres la persona de la máscara?

Relatos cortos (Elle Goshi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora