06

11 5 3
                                    

Hola soledad:

Sí, soy yo otra vez. Parece que no te puedes librar de mí. No sé si disculparme por ello, ya que no deja de repetirse esta situación.

Soledad... ¿Entiendes lo que causas? Haces que los momentos con los demás sean efímeros. Logras que los recuerdos felices sean olvidados o ignorados. Haces que un momento, aunque sea breve, se sienta eterno. Es como si maximizaras algo sin necesidad.

¿Por qué? ¿Por qué siempre vuelvo a ti? No lo entiendo. Cada vez que siento te dejo atrás, apareces y me recuerdas la mentira que armé.

Si tan solo no fuera fácil caer en ti. Sin tan solo... tuviera las fuerzas para evitarte.

¿Te culpo de que me encuentre en esta situación? Múltiples veces lo he intentado, mas en el fondo, sé que tú no eres la causante. O al menos, no directamente.

Lo peor es que sé cuándo vas a aparecer. Trato de frenar tu llegada, pero soy incapaz de lograrlo. Busco la forma de estar acompañado; me mantengo distraído de ti. Aún con eso, con solo pensar un poco en tu ser, es suficiente para que caiga otra vez.

Tal vez eres mi vicio, mi adicción. Entonces, ¿Por qué no la disfruto? Y si eres dañina para mí, ¿Por qué no te dejo? Escapa de mis manos el decidirlo.

Soy yo el que no te detiene; soy yo quien no logra impedir tu avance. Calas en mí tan rápido, tan sutilmente. No te percibo llegar, y cuando lo hago, ya es muy tarde. Qué astuta que eres.

¿Te debo odiar? Últimamente me lo he preguntado. Sería lo más obvio. Pero, en vez de eso, solo me culpo a mí mismo. A mí y mi pesimismo, por llegar a pensar en ti.

Veo gente reír, como si nunca se sintieran solos. ¿Es posible eso? Cómo los envidio. Siempre rodeados de gente, presumiendo su felicidad a todo el mundo. Pero qué fácil lo hacen ver.

¿Por qué a ellos no les haces compañía? ¿Soy tu favorito, acaso? ¿Te agrada mi compañía? Perdón, pero a mí no me cae bien la tuya.

Ya de por sí la tengo difícil con mi personalidad. ¿Cómo consigues amigos así? ¿Cómo evitas sentir que estás alejados del resto?

Estas inseguridades que tengo me carcomen por dentro. Temo, cada vez que apareces, que me hagas olvidarlo. Que no estoy solo.

. . .

¿Te puedo decir algo? Al pensar en todo lo que escribí, me di cuenta de algo. Puede que sea una suposición, pero creo entenderlo: estoy luchando conmigo.

Tal vez tú existes y me acompañas casi todo el tiempo. Pero soy yo quien te abre la puerta. Soy yo quien se pone la venda en los ojos.

Eso es; eso siempre ha sido.

Es cierto, soy un asocial a veces; mas no por eso no tengo amigos. El tiempo que ha pasado me ha permitido conocer todo tipo de personas. Unas más cercanas, otras más únicas. Pero me han mostrado que puedo contar con ellos.

Si no estuvieran, tendría a mi sangre. Mi familia, quien más me conoce, está a un solo paso.

Y si ninguno de ellos estuviera... Bueno, creo que al final estaremos tú y yo. Lo más gracioso de esto, es que al final, estando contigo, me hace no estar solo. Porque si tú eres yo, mi inseguridad, me tendré a mí.

Quién lo diría, hablar contigo es de lo más extraño, pero también de lo más revelador. O tal vez simplemente sea una divagación mía. La verdad que no lo sé.

Pero soledad, déjame decirte una cosa. No sé cuándo ni cómo, pero tal vez un día me despida de ti. Y no te volveré a sentir. Creo que en parte es bueno.

Sin embargo, te extrañaré. Soy algo bipolar ¿No lo crees?

Aquí termina mi carta. No sé cuándo te volveré a ver. Tal vez mañana, tal vez en una semana, tal vez ahora mismo estás haciéndome compañía.

Pero sí se una cosa. Que, pese a sentirte, pese que lo olvide, en verdad... Yo no estoy solo.

Relatos cortos (Elle Goshi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora