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El silencio nunca había sido problema para mí. Estar en la inmensidad de la nada era casi como una costumbre.

No me molestaba. Disfrutaba ese sentimiento de paz que generaba. Saber que me tenía a mí para acompañarme me era suficiente.

Flotar en el espacio se había convertido en mi hábito favorito. A veces usaba mi imaginación para ser mi mejor entretenimiento. Siempre me fue de utilidad.

Entonces, ¿qué cambió?

. . . Ya recordé. Fue por esa estrella fugaz. Si solo no la hubiera visto aquel día.

Una de las ciertas de noches que contemplaba la oscuridad eterna, vi un pequeño astro surcando el horizonte. Viajaba con gran velocidad, cubierto de fuego y alumbrando ligeramente el lugar.

Cuando vi a la dirección adonde iba, noté que puntos blanquecinos adornaban una zona. Centenares de estrellas estaban ahí, agrupadas y dando un poco de su luz.

No quise darle mucha importancia, pero ver ese brillo que podían darse llamaba mi atención. Ellas se alumbraban mutuamente, haciendo conjuntos de lo más hermosos. Mi imaginación nunca hubiera creado semejantes constelaciones.

Se les veía tan contentas, tan resplandecientes. Y yo... estaba sola. Nada más que silencio absoluto, sin una luz que me acompañara.

Quería lo que ellas tenían. Traté de acercarme, pero la oscuridad no se alejaba. Sentía que me atrapaba, nublando mi vista cada vez más. No podía dejarla atrás, aún cuando eso anhelaba.

Grité con todas mis fuerzas, pero sentía que era en vano. Me quedaré aquí, y aunque las estrellas parezcan cercanas, me tendré que conformar con eso.

Con mirar a la distancia, sin poder disfrutar de su luz y compañía. Y así estaré... sola.

Solo quiero cerrar mis ojos y dormir. No vale la pena abrirlos y ver mi mismo panorama.

Entonces, ¿por qué siento calor en las mejillas? Algo fastidia a mi rostro.

Al abrirlos, solo puedo contemplar aquello que alguna vez pensé jamás podría tener.

Estrellas a mi alrededor, dándome esa calidez que el frío universo me limitaba. Su luz baña mi rostro y me abraza con tanto cariño.

¿Cómo es posible? Si ellas estaban tan alejadas de mí...

Entonces lo entendí. Yo no pude moverme, pero ellas oyeron mi voz. Fueron ellas las que se acercaron, y ahora no me dejarían sola.

Gracias.

Relatos cortos (Elle Goshi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora