Capítulo 7

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Parte II

Adelaide

Tres noches antes de despertar.

Desde que era niña siempre tuve la sensación de que era observada por todos a mi alrededor, era una emoción rara donde en conjunto me prestaban su atención y me juzgaban mentalmente como si fuese una persona diferente a ellos. Había momentos en las que me sentía observada por algo o más bien alguien, siempre me sentí insegura y estaba en constante estado de incomodidad, no sé si era paranoia o simples ideas locas de mi cabeza, pero el único lugar en el que me sentía a salvo y con la sensación de que todo desaparecía era en la mansión Blagden, desde muy pequeña siempre fue mi refugio, recuerdo una vez mi padre me encontró llorando en las afueras en una carretera poco transcurrida de este enorme pueblo.

Tenía cinco años, era un sábado, lo recuerdo muy bien, Celeste me había despertado temprano, no me dijo para que solo me ordenó que me colocara ropa deportiva, preparara agua y que saliera a buscarla. Como persona obediente lo hice. En todo el camino tampoco se atrevió a decir una sola palabra, se esmeraba en ignorar mis preguntas. Al llegar recuerdo que me pidió que bajara del auto, le obedecí en silencio, me explicó algunos ejercicios de calentamiento y juntas los hicimos, después de ese sábado ella me despertaba cada día a la misma hora, íbamos al mismo sitio una y otra vez.

Al pasar los días me sentía más observada era como si alguien estuviera observando nuestra rutina diaria desde las profundidades de algún rincón, entrenaba día y noche, resistencia, defensa personal, aprendía acerca de armas y tenía un pequeño arco que ella había adaptado para mí. Como cualquier niña de cinco años quería jugar con los niños, tenía amigos que iban todas las tardes al parque jugábamos por horas nunca me cansaba, era como si hubiéramos creado un mundo solo para nosotros y con nuestra imaginación, pero después de ese sábado dejé de verlos, no volví a ver el parque, y nuestro mundo imaginario se había disipado de un día a otro. 

A Celeste solo le importaba que entrenara le rogaba siempre por dejarme ir a ver a mis amigos, pero mis peticiones siempre eran rechazadas ella solía decir que el jugar solo era una manera estúpida por la cual solíamos desaprovechar el tiempo ese que podía utilizarse para una hacer cosas más productivas como entrenar, también decía "Los juegos infantiles no te servirán a la hora que necesites defenderte, los monstruos se encuentran en los lugares menos inesperados, nunca sabrás cuando no tengas a alguien a tu lado que te defienda, tendrás que tomar las riendas e intentar defenderte con todas tus fuerzas el dejarte vencer jamás será una opción, grábate eso" . 

Siempre que ella decía eso no respondía me quedaba en completo silencio, pero un día no pude más me sentía tan cansada quería estar en casa, acostarme en mi cama admirar el techo en silencio hasta que el sueño me encontrase me abrasase y que cuando despertara el único sentimiento dentro de mí fuera la tranquilidad y la preocupación por los raspones que podía hacerme al jugar en el parque con los niños.

—Adelaide, creí haberte ordenado que corrieras, el perder tiempo solo hará que el entrenamiento sea más largo de lo normal—ella me observaba enfadada al verme que no reaccionaba.

—No quiero hacerlo—solté en un susurro que solo yo logré escuchar.

—¿Qué acabas de decir? —preguntó molesta.

—No quiero entrenar hoy—repetí con cierto temor dentro mi.

Mi corazón latía frenéticamente, jamás le había dicho eso, siempre obedecía a sus órdenes.

El Secreto De Los BlagdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora