Capítulo 4 | Morgan

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Bruno: Ya Nick despertó, está en su habitación.

Yo: ¿Se ha aseado?

Bruno: Es lo primero que ha hecho.

Mi cuerpo no puede evitar la ráfaga de alivio que me invade cuando leo el mensaje de Bruno. Tomo mis cosas de la taquilla donde guardamos nuestras pertenencias antes de cada ensayo y mientras me dirijo a la salida le escribo un nuevo mensaje.

Yo: Voy para allá.

No puedo evitar preocuparme por Nick. Quiero decir, que hayamos terminado no significa que automáticamente deje de importarme, de eso se trata el haber roto en buenos términos, de hacer lo que nuestra mente quiere que hagamos sin detenernos a pensar en si es incómodo o no, o si es correcto o no, o como lo verán los demás. Hemos roto, fin. E independientemente de cómo surgieran las cosas, me preocupa que lo que ha sucedido se deba a la chica con la que me engañó, y si es así, si es tan importante para él, sé que Nicholas no me diría.

No debería meterme demasiado, pero quiero el bien para Nick. Después de hoy, me temo que se está convirtiendo en otra persona.

—¡Morgan, cariño! Qué bueno es verte.

Unos brazos impregnados de perfume caro y sumamente penetrante me reciben al entrar al apartamento de Nick. Carolina, mi ahora exsuegra, me abraza tan fuerte que es casi imposible no hacer lo mismo. Tiene una natural forma de dar amor maternal que siempre consigue hacerme sentir como en casa, y ahora que he terminado con su hijo, el que este tipo de cosas no cambien se sienten todavía más acogedor.

—Vine a ver a Nick —le digo, pero Carolina está muy ocupada quitándome la nieve de los hombros y el cabello—. ¿Está despierto?

—Está con Vinnie.

Me quito la ropa húmeda para apaciguar el frío y la guindo en el perchero.

—Siento mucho que hayan terminado. Realmente pensé que durarían para siempre.

No puedo evitar congelarme al escuchar eso, porque las palabras “para siempre” me resultan un poco demasiado. Ya saben, exageradas. Nunca me vi casada y con hijos con Nick, para ser honesta. No porque se tratara de él concretamente, -aunque claro que el tipo de relación que teníamos no daba para pensar en cosas tan serias como una familia o el matrimonio-, si no porque nunca he pensado en llegar a ello todavía. No porque no lo quiera, si no porque no he conocido a la persona indicada que me haga pensar seriamente en esas posibilidades. Y estoy completamente segura de que Nick tampoco se imaginaba un futuro de esos a mi lado, o quizás sólo no lo imagina en absoluto. Detesta a los bebés y le parece vergonzoso pedir matrimonio.

Ahora que lo pienso, definitivamente, nunca estuvimos destinados; yo al menos pienso en tener un matrimonio algún día. Él odia a los niños y no se visualiza casado. No entiendo como duramos tanto tiempo juntos, aunque puedo, fácilmente, suponer que se debe a que somos muy jóvenes todavía y que el sexo entre nosotros era, probablemente, lo único que nos unía.

—Bueno, así es la vida —le digo, un poco incómoda—. Ya encontrará a alguien más con quien durar para siempre.

Carolina está a punto de decir algo sobre mi comentario, probablemente, alguna queja sobre cuánto le hubiera gustado que yo formara parte de la familia Monroe mucho más tiempo, cuando Bruno entra por la habitación vistiendo un chándal negro, una camisa de manga larga blanca y unas medias del mismo color que, no dudo, ya han de estar percudidas. Bruno tiene una piel morena impresionante y el blanco es sin duda su color.

Nicholas es muy pálido, a veces cuando usaba camisetas blancas se veía incluso mucho más pálido de lo normal.

Es impresionante como su presencia en la sala se siente por completo. Quizás sea su contextura. Tiene pinta de ser un jugador de Fútbol Americano o un basquetbolista, quien sabe.

Olvidé Olvidarte [URN I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora