Capítulo 5 | Bruno

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Toco la puerta antes de entrar a la habitación de Nick incluso cuando sé que está despierto.

Han transcurrido dos días desde que su padre lo trajo ebrio. Dos días desde mi café con Morgan. Los dos estamos igual de preocupados por Nick, quiero decir, lleva dos días sin salir de la cama, ni siquiera estoy seguro de que se haya aseado en estos días. No he escuchado su regadera y si ni siquiera es capaz de levantarse para prender la luz de su recámara, dudo que sea capaz de levantarse para hacer otra cosa.

—Caramba, Nicholas. —Cierro la puerta, pero ni siquiera cuando escucha mi voz se digna a levantar por lo menos la cabeza de la almohada—. Voy a abrir las cortinas.

Espero que con eso pueda al menos protestar, pero no lo hace, ni siquiera cuando la luz le da directamente en la cara. Lo siguiente que escucho es el sonido de las sábanas cuando se gira para darle la espalda a la ventana.

Suspiro, porque no se suponía que fuera así mi estadía por acá. Me acerco a la bolsa de compras que he dejado en el mueble junto a la puerta y comienzo a sacarlo todo.

—Fui a ese puesto de desayunos que te gusta y compré el sándwich de pollo, ¿sin tomate, verdad? —Comienzo a abrir la caja desechable donde lo han puesto y se lo dejo frente a él, en la mesita de noche—. También te traje café sin azúcar con una de crema.

Dejo el café junto al sándwich y me meto la mano en el bolsillo para sacarme lo último que compré.

—Compré esto por si el sándwich es muy pesado. No has comido nada, quizás una barra sea más liviano. —Se la tiendo, pero Nick ni siquiera me mira.

—No tengo hambre, Bruno.

—Bueno, te lo comes de todas formas. —Abro el paquete mientras me siento a la orilla de la cama obligando a Nick a hacerme espacio—. Voy a hacer honesto contigo. —Le doy la mitad de la barra y aunque la mira un largo rato, no es hasta que nota que no voy a irme pronto que la toma y se la mete a la boca—. Si estás así por Rosie, eso no significa nada bueno, ¿sabes? El amor no debería doler, hermano.

—No contesta mis mensajes.

Nick se quita la cobija de encima y se recuesta al cabecero. Noto que al menos trae una ropa diferente a la que llevaba hace dos días, eso es buena señal.

—No sé si yo estoy mal por insistir, pero es que no quiero perderla otra vez.

—Lo entiendo .—Le quito la tapa al vaso con café y se lo tiendo. Está tan ensimismado que lo toma sin pensar—. Pero mira, eres jugador de hockey y estás descuidando tu carrera. Tu padre me ha llamado para saber si irás hoy al entrenamiento. —Me regresa el vaso ahora medio vacío y lo dejo en la mesa de noche junto al sándwich—. Sabes lo que va a pasar si no vas.

—¿Y para qué? —Me mira— No puedo concentrarme en otra cosa, ni siquiera sé qué hago yendo ahí.

—Sólo estás deprimido, Nick. Sabes que eres buen jugador, ¿qué dices? —Parto a la mitad el sándwich y le tiendo uno de los dos trozos. El otro me lo dejo yo, aunque no creo que note que le he dado el más grande— No sé como ayudarte, pero creo que quedarte en la cama por días no va a ayudarte en nada. Deberías buscar la manera de no pensar tanto en ella y cuando te sientas mejor, ir a buscarla y platicar con calma.

Al menos se lo piensa. Se come el sándwich a grandes bocados y no puedo evitar darme palmaditas en la espalda por haber conseguido que coma algo. Todos estos días le he dejado la comida en el mueble, pero cuando volvía por ella la encontraba casi intacta, ni siquiera la mitad de ella estaba en su estómago, para ser exactos.

—No me has contado porqué hiciste lo que hiciste.

—Discutimos. —Va al grano—. Quise insistir, pero me dijo que se iría de la ciudad pronto porque sólo está de vacaciones. Perdí la cabeza, es todo.

Olvidé Olvidarte [URN I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora