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Estaba harta

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Estaba harta.

Toda esa mierda era totalmente jodida. El aire se cargaba de tensión con una rapidez escalofriante, y todos sus sentidos se agudizaban en anticipación. Sabía que una simple discusión podía escalar en cuestión de segundos, primero surgían los insultos, luego los gritos, y al final, probablemente, los golpes. Golpes crueles con sonidos perturbadores que se quedarían grabados en su mente por siempre.

Odiaba dejar sola a su madre, por que temía que el bastardo de su padrastro volviera a golpearla. Sin embargo, el cansancio la abrumaba, y por esta vez, solo quería escapar, cubrirse los oídos y encontrar un poco de paz en el sueño. Salió de la casa y se dejó caer lo más lejos posible de su departamento al fondo del pasillo. Incluso allí, los gritos resonaban con claridad, atravesando las paredes como cuchillos. Estaba segura de que los vecinos estaban hartos, aquellos gritos se habían vuelto parte del ambiente cotidiano.

Odiaba su vida.

Se hizo un ovillo, pegando la frente a sus rodillas, tratando de encontrar el sueño que sus ojos cansados le exigían. Con el paso de los minutos, los gritos comenzaron a desvanecerse en la distancia, convirtiéndose en un eco lejano. Su respiración se volvió lenta y pausada, mientras el sueño la envolvía poco a poco, llevándola a un lugar donde podía escapar, donde el dolor no podían alcanzarla.

Un mundo lejos de la realidad, en donde le otorgaba tranquilidad.

— Oye.— una voz profunda la sobresaltó, arrancándola abruptamente de su sueño. Alzó la mirada de golpe. —Apártate, estorbas. — el tintineo de las llaves en sus manos dejaba en claro que estaba tratando de abrir la puerta que ella bloqueaba.

Se hizo a un lado rápidamente, sin dejar de mirarlo con asombro. Quizás era porque no esperaba que alguien la viera en ese estado tan lamentable, o tal vez porque su vecino regresaba a las cuatro de la madrugada con sangre escurriendo por su nariz, como si no le importara en lo más mínimo.

— ¿Esos son tus viejos? — preguntó sin mirarla. Los gritos y los insultos volvieron a elevarse, resonando claramente desde el fondo del pasillo. Ella desvió la mirada, incapaz de soportar la vergüenza. — Eso es jodido.— fue lo único que dijo antes de cerrar la puerta, dejándola sola otra vez en el oscuro y frío pasillo.

Soltó un largo suspiro, profundo y resignado. Su preciado sueño, ese refugio de armonía, debía ser retomado desde cero, y temía que no volviera con la misma dulce sensación anestesiante de antes. Recuperar un descanso así siempre era difícil, especialmente cuando la ansiedad acechaba como una sombra implacable.

— Solo un rato más, por favor. Solo quiero dormir tranquila esta noche.— susurró para sí misma, volviendo a acurrucarse. Se dejó caer suavemente, permitiendo que el cansancio la envolviera de nuevo, sumergiéndola lentamente en un pesado y reconfortante sueño.

Fuzzy Destiny  | Toji Fushiguro | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora