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JOVEN VENDEDOR SE CAE DE LA AZOTEA DE SU EMPRESA DESDE CATORCE PISOS DE ALTURA

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JOVEN VENDEDOR SE CAE DE LA AZOTEA DE SU EMPRESA DESDE CATORCE PISOS DE ALTURA.

Las autoridades revelan que las condiciones climáticas de esos días pudieron ser las que provocaron el incidente.

M.L. de 29 años de edad falleció el pasado lunes en un trágico accidente al caerse de la azotea donde había subido para despejarse. Su coordinadora confirma que le solicitó permiso para poder subir porque no se encontraba bien. "Tenía mala cara, muy blanca, creo que le había sentado mal algo o quizás un virus" comentó a nuestro redactor. Las autoridades trabajan con la hipótesis de que este accidente fue producido por una indigestión que le causó un mareo al acercarse a tomar el aire a la cornisa, también influido por el sofocante calor que hacía ese día. Este provocó varios desvanecimientos en la zona de [...]

"Tampoco hacía tanto calor" pensó Lourdes. En el periódico no lo decían, pero seguro que el chico se había suicidado. Ella sabía detectar esos casos, tenía un sexto sentido. Normalmente la prensa no solía publicar esas noticias sobre suicidios claros, los maquillaban como habían hecho con este. Y más aún desde que la dinámica de los Medios entró en juego. No querían darle una mala publicidad a un juego que "entretenía" a miles de personas, era más bonito promocionar la competición. No quedaba muy bien mostrar la cifra tan alta de suicidios e intentos entre Medios y Sextos. Muchas personas no podían con la presión, otras tenían ganas de rendirse y, por supuesto, la más alta era por la culpa que sentían los Sextos. Matar a alguien nunca salía gratis.

Lourdes empezó a sospechar de estos movimientos publicitarios mientras trabajaba en el Hospital. Al principio eran solo sugerencias que les hacían los hombres uniformados a los médicos para cambiar informes de suicidio por muerte natural o accidentes, comentando el peligro que suponía que los suicidios se contagiaran. Con las enfermeras, como ella, apelaban a la confidencialidad, que Lourdes siempre cumplía. Pero, al final, con el beneplácito de una cadena de mando que no sabía hasta dónde llegaba, cualquier causa que fuese posible modificar por algo que no diese lugar a dudas era cambiada directamente. Por lo tanto, las estadísticas habían bajado mucho. Algunos no se podían evitar que se conociesen entre la opinión pública, pero eran muy pocos. Este caso, el del chico de la azotea, Lourdes sabía que era uno de esos. Notaba las señales.

Suspiró, apartando el periódico de su vista, pero no de sus pensamientos. Era una de las pocas cosas que había decidido mantener para su nueva vida durante este año. Todas las mañanas se lo dejaba en la puerta su cuñada María, junto con los víveres los días que tocaban. Lourdes no la entendía. La hija de María también era un Medio, pero no se tiraba todo el día encerrada como hacía Lourdes. Incluso estaba en el instituto durante su hora. No podía imaginárselo sin sentir ansiedad, pero pensó que cada uno lo enfrentaba de una manera.

Lourdes, al ser tan cercana a la muerte debido a su trabajo, siempre había tenido ese pánico de que le tocase ser Medio. Más con sus sesenta primaveras que aportaban un pésimo añadido, debido a que no podría disfrutar tanto tiempo del premio si ganaba. Cuando se enteró, hacía ya casi tres meses, de que su sobrina era un Medio se alegró vergonzosamente, implorando a la estadística para que no le tocase al ser de la misma familia. Pero la alegría le duró poco, pues un mes después recibió el mensaje y ahí fue cuando tuvo su crisis más fuerte hasta la fecha que le obligó a pedir la jubilación anticipada. Al final, si ganaba, no iba a necesitar trabajar y si no tampoco. Aunque últimamente, con la tensión más relajada después de este tiempo sin incidentes, había contemplado la posibilidad de volver cuando acabase su año. Le gustaba trabajar en el hospital y ayudar a la gente, lo necesitaba para sentirse útil. Soltera y sin hijos, era como su timón en medio de la tormenta. Tal vez por eso había llevado tan mal estos meses, pero no lo podía evitar. La agorafobia que le había causado la crisis que tuvo la había dejado encerrada en casa, sin más contacto con el exterior que las videollamadas con su hermano y los repartos de su cuñada. No echaba de menos ni la calle ni la gente, pero sí el hospital.

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