Un gato en el palomar

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Todo el mundo sabe siempre algo, incluso cuando se trata de algo que no saben que saben

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Todo el mundo sabe siempre algo, incluso cuando se trata de algo que no saben que saben.

Todo el mundo sabe siempre algo, incluso cuando se trata de algo que no saben que saben

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Me quedé pensativa mientras María me miraba. Recordaba el caso de hacía un tiempo y no había sido agradable. Con todo el lío que se armó no conseguimos detener al culpable. Era tal el revuelo que se formó que tuvimos demasiada gente a la que interrogar y el asesino se nos escapó. No había coincidido con Lucas, imaginé que lo interrogaría alguno de mis compañeros. De todas maneras, sabía que él no tenía nada que ver en el asunto. El culpable se había dedicado a fanfarronear en cuanto pasó el tiempo necesario.

—Gracias por la información, María. Pero, en serio, mi estancia aquí hoy no es profesional.

—No se preocupe —contestó con una sonrisa—. Es normal que Estela quiera conocer mejor a la gente que contrata. Al final, es su empresa la que está en juego. Todos debemos ser gente decente.

—Claro —confirmé con recelo. Aún no entendía muy bien las intenciones de María con estos comentarios y no quería hacerla sospechar innecesariamente.

—Bueno, parece que vienen ya —dijo mirando a la escalera desde donde se escuchaba la risa de Estela—. Y por ahí veo a Miguel, podemos ir pasando.

Nos sentamos juntas en el amplio comedor de Elm Manor. La habitación seguía tal y como la recordaba: una estancia grande cuyos ventanales daban al patio, al igual que en el salón. La mesa era enorme, cabían al menos ocho comensales e incluso más sin necesidad de apretarse. La decoración era cargante, con cuadros, jarrones y figuras de muchos colores. Recordaba a una mansión antigua, de las que se veían en las películas de Agatha Christie. Me encantaba.

Mientras los demás entraban y ocupaban sus asientos pensé en mi conversación con María. No me había dado a entender que supiese que Estela era un Medio. Parecía que sus sospechas iban más encaminadas a que mi presencia allí era por ayudar en la selección de personal. Que ninguno tuviese un pasado turbio relacionado con su participación en el juego. Aún así, no podía estar segura.

Estela se sentó a mi izquierda, presidiendo la mesa. A su otro lado estaba Juan junto a su hermana, que charlaba animadamente con Miguel. En frente de este y al lado de María se colocó Lucas, que se había aseado con pasmosa rapidez y puesto su chaqueta de traje.

Seguimos conversando hasta que llegó la comida. El primer plato era un salmorejo con jamón y huevo picado. Era mi plato favorito y Elga sabía prepararlo muy bien. Seguro que Estela le había pedido que lo hiciese por mí, para compensarme un poco por la encerrona en la que me había metido. La mirada que me lanzó con una sonrisa culpable me lo confirmó.

De segundo tomamos salmón a la plancha con patatas panaderas y salsa de mostaza. Estaba también delicioso y nos dejaba con bastante apetito para el café y los postres de María. Mariví nos lo sirvió sin mucha ceremonia mientras Lucas iba explicando entusiasmado en qué consistían. Eran demasiados, pero me puse como objetivo probarlos todos.

El ambiente me hizo olvidar un poco mi misión allí. Me estaba divirtiendo con nuestras conversaciones. Últimamente el trabajo no me dejaba mucho tiempo libre para poder socializar y aunque al principio no me hizo mucha gracia el plan, en ese momento me estaba sentando bien. Además, con un poco de charla banal, podía conocer un poco más a los compañeros de Estela en un ambiente distendido. 

Todos los comensales estaban evitando hablar sobre el juego. Desde que comenzó, cualquier mención a los Medios o Sextos estaba casi prohibida en la sobremesa. Al igual que la política se había convertido en un tema demasiado extremo en el que cada uno tenía una opinión muy diferente sobre lo que estaba pasando y causaba más de un enfrentamiento entre amigos y familia. Pero estando yo presente era muy extraño que nadie sacase el tema y para confirmarlo, mientras hablaba con Juan, sentí como Miguel me llamaba desde el otro lado de la mesa.

—Mérida —dijo con una sonrisa demasiado ostentosa para el tono de la conversación—. ¿Cómo es trabajar en la UPM? Seguro que tienes muchas historias interesantes.

—Bueno —contesté mientras probaba un tiramisú que estaba espectacular—. No puedo contar nada en especial, pero es muy estresante.

—¡Oh! Alguna historia seguro que puedes —se unió Lucas con fingida emoción—. Si no, seguro que alguno de nosotros conocemos alguna para estimular la sobremesa.

—No creo que sea una buena idea —respondí.

Me estaba poniendo nerviosa. No quería que ninguno contase nada que repercutiese en Lorena, Juan o María, pero tampoco podía decir nada sobre mi trabajo, sería incumplimiento de la confidencialidad y por la expresión de Lucas no parecía interesado en contar la historia en la que gracias a María sabía que había estado implicado.

—Chicos, por favor —dijo Juan saliendo en mi ayuda—. No creo que a Mérida le apetezca hablar del trabajo en su día libre. 

Le miré agradecida y me concentré en el último postre. Estaba ya hinchada de tanto comer, pero un bocadito más no me haría daño. Por mucho que me hubiese gustado, parecía que la conversación no se había acabado.

—¡Vamos! ¿Qué es una buena comida si no va acompañada de una historia interesante? —continuó Miguel con insistencia haciendo que mis recelos aumentasen—.  Y no podemos perder la oportunidad teniendo aquí a una famosa inspectora de la UPM.

—Ya basta —dijo María con voz tajante que me hizo pensar que era la misma que utilizaba con su hija—. Si no quiere, no tenemos que obligarla.

—Lo siento —contestó el decorador, afligido por el tono que había usado María—. Solo pretendía animar más la velada.

—Yo puedo contar una historia interesante.

La que habló fue Estela con cara de emoción mientras todos la mirábamos. Era una buena señal, ella no pondría en compromiso a ninguno de los asistentes. Incluso puede que se hubiese inventado una historia y la tuviese preparada para una ocasión especial. Así, también, dejarían de insistirme y no me vería obligada a acabar ganándome la antipatía de Miguel y Lucas.

—Me la contó un amigo en una cena de negocios. ¿Puedo? —preguntó mirándome, a lo que yo asentí para dejarle continuar—. Pero ya os anticipo que es un poco difícil de creer.

 Pero ya os anticipo que es un poco difícil de creer

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El juego de los MediosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora