Inocencia trágica

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Ella no sabía que estaba loca

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Ella no sabía que estaba loca. Y a los que vivían cerca de ella no les parecía loca, porque nadie sabía lo que pasaba en su pobre mente extraviada. Y eso mismo te digo a ti, tú no sabes que pasa por mi cabeza.

 Y eso mismo te digo a ti, tú no sabes que pasa por mi cabeza

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—De verdad, Estela. ¿Es qué todos tus empleados tienen que estar implicados en el juego?

Habíamos ido al baño, cosa que le pedí tras las presentaciones con la excusa de asearnos acompañado de una mirada que ella entendió perfectamente, sabiendo que lo hacía siempre que algo me estaba mosqueando.

—Pero Mérida, no es lo que piensas.

—Pues dímelo entonces, porque ese chico era un Medio hasta hace poco —contesté enfadada.

—No pensé que fueras a conocerlo, no es de la ciudad. Es un buen chico. De verdad, Mérida, necesito que confíes en mí.

—¿Cómo no voy a conocerlo?

Su contestación me puso de peor humor. Tendría que habérmelo contado, sabiendo que es lo mejor para poder protegerla. Además, ese chico era conocido en casi todo el país. En la policía aún seguimos estudiando su caso porque fue la primera vez que se ha tenido constancia de dos Medios que participen en la misma hora. Encima eran un equipo, uno murió y el otro dejó de ser Medio instantáneamente y sin premio. A partir de ahí, el asesinato fue considerado parte de la brigada de homicidios, nosotros no teníamos implicación.

Respiré hondo e intenté calmarme, pues mi cabeza me decía que mandase todo a la mierda y me fuese a casa. No sin antes llamar a la brigada y dejarlo todo en sus manos. Estela me miraba con cara de pena sabiendo que eso me ablandaría.

—De acuerdo, pero quiero que sepas que esto va a ser mucho más difícil si me sigues intentando ocultar información —dije señalándole con el dedo.

—Sí, tienes razón —contestó bajando la mirada—. No debería haberlo hecho.

—¿Hay alguna información más que deba saber? Aunque no te parezca relevante, dímelo. Así podré tener el cuadro completo.

—No la hay, pero si me entero te lo contaré. Te lo prometo.

—Eso espero.

Salí del baño y la dejé ahí. Conseguí no dar un portazo Y menos mal, pues todos estaban en el recibidor. Me pregunté si alguno había escuchado nuestra conversación, aunque lo veía poco probable. Las paredes aislaban bastante el sonido y no habíamos levantado la voz.

—¿Qué pasa? —pregunté a Adrián, él que tenía más cerca.

—Nos han dicho que pasáramos a tomar la cena. Estábamos esperando a que vinieseis.

—Estela está casi lista, podemos ir entrando y esperarla sentados.

Dije esto en voz más alta para que todos me oyeran. Sabía que Estela estaba alterada y quería que me escuchase desde el baño para que tuviese tiempo y recomponerse. Además, así conseguiría sentarme al lado de Adrián y la otra chica, para conocerlos un poco más. De paso, quería evitarla. No estaba de humor y tampoco era prudente que los demás se diesen cuenta de que pasaba algo raro.

Me coloqué en el sitio donde había estado Lucas en la comida, entre María e Irene. Estábamos un poco más apretados debido a que había tres personas más, pero aun así se podía comer cómodamente. No sirvieron la cena porque aún faltaban por llegar Juan y Estela. Imaginé que este había ido a ver qué le pasaba a nuestra amiga. Esperaba que no tardasen mucho, la hora se iba acercando y no tenía ganas de ir con prisa.

Miré a Adrián, que se encontraba sentado delante de mí, y puse mi mejor sonrisa. Me la devolvió y consiguió desarmarme un poco. Era un chico realmente atractivo, tenía un aura misteriosa y triste. Daban ganas de abrazarle.

Retiré estas ideas de mi mente. Había perdido la cuenta de las veces que tenía que haber hecho eso durante el día. Toda esta situación me estaba sobrepasando y mi cabeza no podía concentrarse.

—Bueno —dije mientras esperábamos la comida—. ¿Qué tal es trabajar para Estela?

Mi pregunta iba dirigida hacia Irene. Marla estaba enseñando fotos de su familia a Adrián que asentía con dulzura y cortesía. María, sentada a mi izquierda, hablaba animadamente con Lucas sobre algún asunto de cocina, por lo que tenía una gran oportunidad para conocer un poco a uno de los últimos integrantes de nuestro grupo.

—Es perfecto —contestó sonriéndome—. Estoy aprendiendo mucho con estas prácticas.

—¿Cuánto te queda para terminar la carrera?

—Dos años. Pero haciéndolas durante el curso podré terminar un poco antes. Además, cuando acabe, Estela me ha prometido trabajo, si yo acepto.

Se miró las manos pensativa. Abrí la boca para preguntarle por eso, pero justo en ese momento entraron Juan y Estela. Esta última me dirigió una mirada triste y yo intenté ponerle mi mejor sonrisa. Surtió efecto pues su rostro cambió y cuando se sentó empezó a hablar animadamente con Mariví, pidiéndole que sirviese la comida. Constaba de un único plato variado, pero con muy buena pinta. En el centro de la mesa colocaron varios postres como los de la comida para que los nuevos invitados pudiesen probarlos.

Miré disimuladamente mi móvil y comprobé la hora: las siete. Aún quedaba media hora para que Estela comenzase a ser un Medio. Ya estábamos tomado los postres así que me propuse esperar un poco más para disimular. Además, tenía que empezar a confiar en Estela. Tenía un plan y funcionaría, cualquier insistencia mía para que abandonase la sala podría ser sospechosa.

Miré a mi derecha e Irene estaba con su móvil. Era normal, no tendría más de veinte años y a esa edad se vive enganchada a ese aparato. Levantó la vista y miró hacia Adrián. Por su expresión noté que le gustaba, aunque su actitud hacia ella esa tarde había sido muy paternalista. Después de todo lo que el chico había pasado no tendría ganas de relaciones.

—Tú eres inspectora de policía, ¿verdad?

Me sobresalté con la pregunta de Irene, dándome cuenta de que en mis cavilaciones me había quedado embobada mirando a Adrián. Me sonrojé sin quererlo e intenté disimular lo mejor que pude.

—Eh... Sí.

—Siempre me ha interesado el tema de los Medios. Es decir, ¿sabéis ya por qué pasa todo esto? ¿Quién lo está haciendo?

—Sabemos lo mismo que todos los demás —contesté intentando no parecer demasiado cansada de siempre hablar de lo mismo—. No escondemos nada.

—Eso imaginaba —dijo un poco abatida—. Siempre me he preguntado cómo sería si todos nos negásemos a jugar.

 Siempre me he preguntado cómo sería si todos nos negásemos a jugar

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El juego de los MediosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora