Capítulo. IV

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Siglo XVIII, 1710, 13 de abril
11 meses después

—No fui con ellos, como podrás ver —le responde la princesa a uno de sus guardianes.

—¿Por qué? El viaje se veía muy divertido —le insiste Asmodeo.

—Porque va a ir el rey con mi madre —dice la princesa indiferente.

—Pero hoy es el aniversario de la reina...

—Ya la felicité.

—Independientemente de si va el rey o no, princesa, debería de aprovechar las cosas que tiene a su alrededor —comenta el mayor de los hermanos Borbone—. Tome cualquier oportunidad que se le presente, y no se preocupe por los demás.

—No lo sé... —le responde la princesa en un suspiro—. Entiendo tu punto de vista pero también es difícil el tener que pasar tiempo a su lado, mi madre hoy en día lo único que hace es intentar construir un puente entre los dos con tal de que nos reconciliemos.

—Es su padre, princesa...

—Es el rey —lo corrige entre dientes—. Que él haya formado parte del proceso para concebirme es otra cosa.

Nazaire y Asmodeo suspiraron con conmiseración. La princesa empujó lejos a la única persona a la que le tenía muchísima admiración en todo el reino y desde ese entonces los tres observaron como muros invisibles crecían a su alrededor, bloqueando a todo aquel que intente llegar a su corazón.

—Igual hubieras ido, escuché que esa zona tiene las playas más bonitas —insiste, de nuevo, Asmodeo.

La princesa siguió observando el campo resplandeciente de flores que ella misma cuida, pero no fue hasta que los caballeros se despidieron que decidió prestarles interés.

—Tenemos que ir a entrenar, su alteza, regresaremos después —le comenta Nazaire.

—Suerte, esperaré a Émile entonces —los alienta la princesa.

—Sí, él traerá el equipo, no se preocupe por ello.

Con un pequeño gesto de la cabeza los despidió, a la par de que ellos se reverenciaban, para dejarlos ir.

La princesa se levantó del asiento, que las manos de lo que fue un sol andante crearon, y se encaminó directamente a la cocina, planeó en el transcurso de su despedida beber té en esa fresca tarde con tal de perder el tiempo hasta que llegara Émile para entrenar.

Nadie notó su escurridiza presencia dentro del castillo, eso fue un alivio para ella, y se deshizo de cualquier impedimento que la alejara de su tiempo lleno de paz.

***

—¿Entonces hay tropas incompletas? —le pregunta Asmodeo a su primo.

—Sí, varios reclutas se dieron de baja, desde que llegó el nuevo método para entrenar los novatos no son capaces de soportarlo —responde el coronel con un tinte preocupado.

—¿Y por qué no reducen el nivel de dificultad o intensidad? —pregunta el mayor de los hermanos al escuchar al menor tararear.

—Porque el rey estuvo de acuerdo con ello y no podemos refutar su orden.

—¡¿De dónde viene la nueva forma o por qué es tan difícil?! —exclama Asmodeo al ver en los papeles cifrados la gran pérdida.

—Porque no es para reclutas o soldados de primera clase —les responde una voz impostada, en un tono severo que consumieron los años.

Todos voltearon para ver de quién se trataba pues nadie más que ellos podían dictaminar sobre el tema, Asmodeo ya estaba preparado para insultar junto a su primo mientras que los hermanos decían bastante con su ceño fruncido.

El Caballero de la Reina II [La caída del reino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora