Mavra se reconcilió con su familia, con sus compañeros y amigos, con sus seres más queridos e incluso con personas que ya no están en este mundo. Su regreso brindó muchos sentires, de diferente intensidad para cada ser humano, mucho más profundos que el dolor, pena y aflicción que vivimos tras su partida; pero a pesar de su fragorosa llegada hubo silencio ante su bienvenida.
Tan solo han pasado unos días y ya fue requerida en el ejército, pues su título de caballero hoy más que nunca será llevado a la práctica, mucho más por culpa del rey, quien se niega a que pase a mi lado tan solo un segundo sin cumplir su misión... aquel juramento que hicieron hace años atrás.
Por otro lado, he tenido que dedicar mi tiempo a aprender del oficio de mi madre, que aunque no lo parezca ella quiso e insistió en aprender todo lo que hace el rey por si algún día ya no puede reinar, cosa que no es común.
A lo largo de la historia lo ha relevado varias veces y es algo que admiro de ella ya que, me ha contado, usualmente las esposas —ella dijo que no merecían ser llamadas reinas— que se sientan al lado de muchos reyes aprenden lo básico y eso es demasiado para ellas. A su diferencia, mi madre está aquí, dispuesta a cargar el peso que conlleva tener una corona en la cabeza.
«Me han dicho que soy monstruosa... Me llegaron a llamar mujer antinatural», fueron las frases que me compartió al explicarme que el ser una reina capaz de sacrificar por su pueblo y de entregar todo de ella para mantener su reinado próspero e intocable lleva consigo una maldición.
«No soportan la idea de ver que una mujer esté al mando», recordé sus palabras.
Siglo XVIII, 1710, 19 de abril
2:36 P.M.—Un monarca depende de su pueblo —me explica mientras revisa unos documentos.
Su oficina se encuentra en el ala izquierda del castillo, a espaldas del invernadero. El rey le regaló este espacio con tal de que sus tesoros naturales más preciados se encuentren en el mismo lugar, además de que a sus palabras «resalta a mi madre de una forma divina».
—Que no se te olvide recibir el sol en la espalda, hija, mínimo diez minutos al día —me comenta.
—Ya sé que estoy muy blanca. —Mi madre rio.
—Para que un monarca se siente en el trono su pueblo tiene que apoyarlo, sin él la corona no es nada ni nadie.
—¿No hay forma que alguien nos dé la espalda? Hablando de tierras, los dueños son ellos.
—Son de tu padre.
—¿Del rey?
—Tu abuelo, Eliseo, le entregó Vreoneina en sus manos.
La observé aun con hambre de respuestas y ella suspiró un poco.
—En 1649 tu abuelo ya se había ganado estas tierras, llegó aquí con la intención de acabar con las guerras injustas que se desataron y terminó con un territorio para reinar a pesar de ya ser rey. Tu padre nació en 1654 y cuando cumplió veintiún años de edad tu abuelo le entregó Vreoneina.
—¿Por qué siendo tan joven?
—No era tan joven, yo para ese entonces ya lo conocía —dice entre risitas cálidas y nostálgicas—. Pero tu abuelo también quería retirarse del trono, estaba cansado.
—¿Y eso mismo hará el rey conmigo?
—No con esa intención, hija, nosotros permaneceremos a tu lado y al de tu esposo.
—No voy a casarme, madre.
—Entonces no llegarás al trono nunca... —espeta decepcionada— lo último que queremos es que quede en otras manos, hija. Tu abuelo luchó sin descanso por este lugar, tu padre también lo hizo y yo que pasé por todo a su lado te imploro que hagas algo al respecto Dabria. No puedo dejar mi hogar en las manos de cualquier tirano.
ESTÁS LEYENDO
El Caballero de la Reina II [La caída del reino]
Historical Fiction¿Mavra ha regresado? Dabria va a ser coronada como reina. ¿Dónde está el tan aclamado caballero que protege a la princesa? Dabria ha arriesgado su vida de nuevo. ¿Alguien siquiera la ha visto desde aquel verano? Dabria sabe todas las respuestas. Per...