Capítulo. X

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—¡Alguien tiene mi corazón! —exclama mi pequeña Mavra.

—¿Te enamoraste?

—¡Sí! ¡He encontrado a Dabria!

Incliné mi cuerpo hasta poder llegar a su altura, a pesar de que es alta para su edad aún sigue siendo una niña.

—Cuéntame más —le pido con una sonrisa.

—Es bellísima, incluso en la mañana cuando se despierta... ¡Me hace muy feliz!

—Espero que así sea siempre, Mavra.

—¡Lo será! Yo juré protegerla de las sombras que nos persiguen.

—¿Sombras? —le inquiero, preocupada, de una forma suave.

—¿Ya lo olvidaste? —Su expresión cambió a una más neutra, completamente vacía—. Es lo que te atormenta, Dabria.

Siglo XVIII, 1710, 15 de abril
9:48 A.M.

Abrí los párpados asustada, podía escuchar mi corazón latir alrededor mío, haciendo eco sobre todas las paredes de mi habitación, respiré profundamente y observé los destellos de luz que desplegaba el cristal, ante la fuerza del sol, en el techo hasta calmarme.

—¿Por qué no duermes? —le pregunto, tallándome los párpados para poder ver claramente delante mío, levantando mi espalda de la cama a la par.

—Sí lo hago —me responde con una sonrisa muy tierna.

—Mavra...

Alzó su cabeza un poco para mirarme, pero decayó, y su mirada se entristeció hasta ver más allá de la nada en mi recámara. Dejó caer sus hombros y el sol golpeó su gran espalda, porta las mismas prendas de antier y ayer, dejando ver entre la tela fresca su oscura y frondosa piel.

Me levanté de la cama con rapidez, pues duermo en una esquina a la espera de que Mavra también quiera dormir en un lugar cómodo, y fui directamente a mi ropero.

Saqué un vestido blanco no muy extravagante, me di la vuelta, permitiendo que la prenda revoloteara alrededor mío, y Mavra ya me estaba mirando con una hermosa sonrisa.

—¿Te gusta? —le pregunto, dando vueltas, sujetando la parte de arriba del vestido contra mi pecho.

—Bastante, estrellita.

Corrí detrás de mi vestidor, miré la silueta de Mavra ponerse de pie frente a la ventana y se dio un estirón, me quité mi vestido para dormir y lo colgué en el divisor, me puse mi prenda y fui con Mavra para pedirle un favor.

—¿Me puedes ayudar a ajustar los cordones de la parte de atrás?

—Sí, ¿cómo se hace? —Le pedí que me siguiera y nos situamos frente al inmenso espejo al costado de mi ropero.

—Vas a ir tirando desde arriba hacia abajo, lo único que tienes que hacer es apretar los cordones —le explico a la par de girar en mi lugar hasta darle la espalda—. Sigue la forma de los triángulos que se hacen entre los agujeros con los dedos y ve ajustándolos.

Mientras ella iba apretando las primeras filas de la espalda yo subí los hombros colgantes del vestido para atar la tela, y que así no caigan, con el listón del vestido en un pequeño moño centrado.

—Dime si es mucho. —Apretó la parte baja de mis costillas con gentileza y fue bajando hasta mi cintura.

—Un poco más, se siente muy flojo.

—¿Segura? —me pregunta con duda.

—Sí.

Tiró de los cordones, hasta que el vestido estuviera pegado a mi figura, y dejó el final hecho un pequeño moño firme. Me di la vuelta para verme al espejo y el semblante de Mavra me sorprendió.

El Caballero de la Reina II [La caída del reino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora