Capítulo. VII

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Siglo XVIII, 1710, 13 de abril
10:16 P.M.

—¿Por qué? —le pregunta dolido—. ¿Cuál era tu objetivo o razón?

—Me temo que usted ya lo sabe —le responde seria.

Me quería acercar a ella, quería tocarla, estaba fuera de sí misma, esta no era la Mavra de hace unos segundos, pero no lo hice por la sospecha que nacía desde mi corazón.

—¿Sabes cuánto tiempo te quería tener allá? —le inquiere con la voz temblorosa.

Mavra guardó silencio, esperando a que prosiguiera. Me preocupé bastante, mucho más al ver a personas pasar por el pasillo que da acceso a la terraza donde estamos. Busqué la forma de detenerlos, pero comprendo bastante el dolor de mi tío y yo sé que es muy difícil contenerlo.

—Más de diez años, casi quince, veinte, ¿por qué n...?

—Me hubiera dejado allá —interrumpe hostil.

Mi tío abrió los ojos de par en par, sorprendido por lo que acababa de escuchar, y yo también compartía esa misma expresión de perplejidad. Abrí la boca para llamarle la atención a Mavra pero mi tío me ganó.

—¡¿Por qué?! —le insiste, acercándose a ella bruscamente para tomar el cuello de su camiseta y sacudirla.

Mavra no se inmutó, lo siguió observando atentamente con un rostro vacío, ni siquiera era seriedad lo que contenía su cara, tampoco tranquilidad, era un vacío inexpresivo, incapaz de demostrar algo. Mientras mi tío le gritaba a la cara ella se tomaba el tiempo de parpadear lentamente, sus ojos estaban centrados en él y solo él, tanto que, de alguna forma, estaba viendo a través de su cuerpo, quitándole la importancia y atención a mi tío.

—¡¿Sabes cuánto trabajo me costó?! —le inquiere en voz baja, arisco, a la cara.

—No —responde anodina.

—Ficha tras ficha —le dice en un jadeo preocupado y gutural—, ¡estuve buscando años tu rostro! Athan te ingresó con absolutamente nada, ni siquiera con un nombre. ¡¡Día y noche te busqué entre todo el ejército de Vreoneina!!

Mavra frunció sutilmente el ceño, no tanto como para que mi tío lo notara, tampoco demasiado para que alguien que no la conoce se diera cuenta de ello.

—Debió dejarme ahí.

—¡¡¿Cómo te atreves?!! —La empujó con fuerza a la par de gritarle, no pensaba contenerse, no después de tantos años—. ¡Después de todo lo que he hecho y después de todo lo que se ha lamentado Dabria! ¡¿Cómo?!

—No hable de la princesa, por favor.

Se ofendió, se indignó por sus palabras y solamente lo hizo enfurecer más.

—¿Por qué eres así, Mavra? —le pregunta estupefacto— ¿Por qué?

—Yo no soy Mavra, no conozco ese nombre —replica con desdén—. Soy Ansel Domènech.

—¡Mavr...!

—Dabria fue la primera en mostrarse ante Athan para que regresaras —rememora, incrédulo por su actitud, intentando hacer que Mavra recordara cuando en ningún momento se vio involucrada en ese proceso años atrás—. El rey no se inmutó ante las plegarias de su propia hija. Y después de ver que no cedería con ella tuve que mover naciones completas, por mi lado, con tal de hallarte.

Mavra respiraba con lentitud y profundidad, no mostraba ni una pizca de simpatía ni empatía.

—Perdí hombres, riquezas, casi pierdo mi título por ti... incluso mi vida —le confiesa dolido y furioso al ver que eso no provocaba nada en ella—. ¿Cómo te atreves a decirme eso?

El Caballero de la Reina II [La caída del reino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora