Capítulo XI

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—Gavi, gavi —trato de despertarlo por enésima vez.

Llevo minutos intentando que se despierte y no reacciona, creo que se ha muerto. No, está respirando, vaya.
Lo zarandeo y no responde. Harta, le doy un cojinazo en la cabeza y veo que sonríe. Genial.

—¿¡Estabas haciéndote el dormido!? —recrimino, tirando el cojín a mi lado de la cama.

—¿Yo? Que va —abre los ojos.

—Sabandija asquerosa, la próxima vez me voy y te dejo aquí —resoplo.

—Esperaba un amanecer más bonito.

—Pues entonces, debes de ser un desesperado, porque de mí no esperes un amanecer bonito —cojo mi bolsa.

—¿A dónde vas?

—Gavi, ¿en serio?

—¿Qué he hecho?

—¿No te avisaron? Ansu me dijo que habíais quedado para ir a dar un paseo, y que tú lo sabías.

—¿Puedo ver ese mensaje? —se levanta enseguida.

—Me lo dijo cara a cara...

—¿Te pasó dirección de a donde íbamos de paseo supuestamente?

—Eh... Sí —respondo confusa.

—¿Puedo verlo?

—Claro —le enseño la dirección.

—Eso está en la otra punta casi —suspira —. ¿No te dijeron nada de que ibais juntos? Bueno, íbamos.

—Nos encontraremos allí.

—Te han gastado una broma —finaliza, molesto.

—No, no seas tan malo.

—Sí... O si no iríais en coche o algo. Y os acompañaríamos todos, ahora que hemos llegado tendremos que adaptarnos al entorno, no visitar.

—Es verdad... —me miro al espejo, vestida y que me lo había creído —. Soy ridícula.

—Ellos son imbéciles, tú solo has caído en la trampa y nada más —se pone las zapatillas de andar por casa y sale al pasillo, buscando la habitación de Ansu, yo lo sigo.

Toca la puerta y espera un poco. Como no hay respuesta, vuelve a tocar, más alterado.

—¡Sé que me escuchas! ¡Ábreme y deja de ser tan gilipollas! —da golpes a la puerta.

Esto parece funcionar porque Ansu abre, sobresaltado.

—¿En serio ibas a dejar que se fuera sola hasta allí? ¿¡Pero tú eres tonto o qué!? —acompaña su enfado con gestos.

—Una broma.

—A ella no.

—Pues a ti —Ansu hace ademán de cerrar la puerta, pero Gavi la para a tiempo.

—Pues vale, me da igual, pero quieto —amenaza.

—Que no es para tanto, lo siento si le ha sentado mal, tengo sueño —Gavi le deja cerrar la puerta y suspira.

—Perdón por provocar esto —hablo mientras andamos hacia nuestra habitación de nuevo.

—Anda cállate —se ríe y me empuja para alante, divertido.

—Ya ni hablar se puede —ruedo los ojos, riendo.

—Pero, no te perdonaré que me hayas despertado por eso —bromea, entrando en la habitación.

—Si no te llego a despertar, me habría ido andando hasta allí —hablo, quitándome los zapatos.

—Ya estaba despierto en realidad —admite mientras yo me cambio en el baño.

TEMPORADA UNO - El mejor amigo de mi hermano ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora