El mejor amigo de Pedri, Pablo Gavi, es un engreído, egoísta, falso, molesto y pesado... Bueno, a los ojos de t/n, claro, que no se lleva muy bien con él. Todo empeora cuando esta tiene que asistir a los entrenamientos de su hermano y tiene que verl...
—¡Una foto con el perrito! —le pido a Fernando mientras volvemos a casa.
—Está bien —acepta, agarrando mi móvil con la cámara.
—¿Sira, quieres?
—No me encuentro fotogénica.
—Vale... Cuando quieras —le digo a mi hermano.
—Listo —me enseña la foto y me encanta, así que la subo rápidamente a mis historias de Instagram.
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—Me he obsesionado con las fotos a Rubi —comento, guardando mi móvil mientras lo dejo en el suelo para que ande un poquito.
—Es que es monísimo —comenta Ferran.
—Sí —le doy la razón —. Ahora voy a ir con mi hermano a comprarle comida y juguetitos, ¿vais a venir?
—Claro —acepta rápidamente Sira, consiguiendo convencer a su novio.
Al llegar, cogemos pienso que nos ha recomendado la chica de la tienda, le compramos comedero y bebedero muy bonitos, algunos collares cómodos y unos juguetitos para los dientes, para entretenerse, etc. Y que no falten algunas chucherías para cachorros. En total Fernando y yo nos gastamos casi 80€, pero ha merecido la pena.
—He cogido este suéter de Navidad para decorarle en unos días —ríe Sira, que lo había colado en la cesta.
—Ay, que bonito —me rio.
—Bueno, nosotros nos vamos yendo —se despiden y Fernando y yo nos ponemos en camino a casa.
—Fer, ¿podemos poner tú y yo el árbol? Quiero entretenerme, por favor.
—Sí.
—Bien, graciass —le doy un medio abrazo.
Cuando llegamos a casa, Pedri está sentado en el sofá, serio y Gavi no está ahí.
—Hola —nos saluda Pedri, pero el único en contestar es Fernando y muy borde.
—Iré a por las cosas para el árbol —me dirijo al medio ático (lo llamo así porque es una habitación pequeñita) dónde está el árbol.
Mientras cojo la caja con las decoraciones y demás, escucho un movimiento detrás mía y veo a Gavi. Termino de cogerlo todo y cuando voy a salir, trata de detenerme con una mano en el hombro.
—Ni me toques o la denuncia la tendrás tú.
No digo nada más y me voy, dejándolo ahí. Fernando me ayuda a abrir el arbolito y comenzamos a ponerle decoraciones, pero no consigo distraerme.
