Capítulo 9

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Unas semanas después…
 

Abro mis ojos, miro el reloj de la mesita de noche, 7:00 am. Me desperezo y de inmediato siento los brazos de mi esposo sobre mi cuerpo, volteo a verlo, sus ojos marrones se ven hermosos y con esa sonrisa es imposible que no me alegre el día.
 
—hola… —le digo, él estira su mano y acaricia mis mejillas.
 
—hola, doña Vero. —bajo mi mirada y me muerdo el labio inferior. —¿Cómo amaneció? —lo miro
 
—bien, ¿y usted? —asiente.
 
—yo amanezco feliz desde que me casé con usted. —me río.
 
—¡ay Mauricio! —sonríe.
 
—¿ah no me cree? —disiento— ¿no me cree? —se mueve e intenta subirse encima de mi, pero yo lo evito a toda costa y sin darme cuenta golpeo su pierna izquierda con mi pie. Inmediatamente lo escucho quejarse.
 
—¡Bendito Dios! ¿Está bien? —asiente.
 
—pero al parecer hoy tampoco podré ir al bar.
 
—¿y si vamos al médico? —disienta.
 
—no, es solo el golpe, tranquila.
 
—hace semanas que se golpeó y nada que se le pasa.— digo preocupada.
 
—Tranquila, es solo el golpe que me quedó, no es nada importante. Usted ya vio que puedo caminar. —¡eso es cierto! Y sé que no lograré convencerlo.
 
—está bien, le haré caso. Pero si de aquí a pasado mañana no se le ha quitado el dolor vamos al hospital.
 
—si, como quiera.
 
—no lo quiero dejar solo —le digo lamentado un poco.
 
—¿solo? ¿ y acaso para dónde va? —pregunta y yo me incorporo en la cama.
 
—voy al bar, tengo que llevar los papeles.
 
—¿Otra vez? —asiento— ¿por eso se quedó despierta hasta tarde el otro día?
 
—Si.
 
—Pero entonces vaya tranquila. Yo me quedo aquí solo. —me recojo el cabello; me hago una coleta con una liga.
 
—¿de verdad? —asiente.
 
—Si, yo me puedo cuidar solo. —me río.
 
—yo sé que se puede cuidar solo. Pero yo lo quería hacer.
 
—¿Y se demora mucho? —asiento.
 
—Si, vendré como a las 7 de la noche.
 
—bueno, entonces… vaya a ducharse y se pone más guapa de lo que es.
 
—¿Para quién? —pregunto
 
—Para usted.  —me sorprende lo que dijo, ¿para mi?...
 
—ah, pero… ¿no se supone que uno se pone linda para el esposo?
 
—Ah también —ambos nos reímos.
 
Me levanto de la cama, voy al closet y pienso…
 
—¿Oiga, quien lo va a ayudar a ducharse? —él se levanta y se apoya un poco en el pie que le duele y camina hacia mi.
 
—ya estoy mejor. A menos que usted quiera ayudarme. —pongo los ojos en blanco y disiento. Él se acerca a mi boca y juega un poco antes de besarme. —¿quiere? —sonrío y clavo mis ojos marrones claros en los suyos que son del mismo color. —si usted quiere yo me dejo.
 
—ya… usted dijo que podía hacerlo. —me da un pequeño beso en los labios y yo me río refugiandome en su pecho.
 
—¿Qué pasó? —disiento.
 
—me voy a duchar. —nos damos un último beso y tomo la toalla.
 
Voy al baño, me desnudo, me miro al espejo y solo de pensar si me viera mauricio de esa forma… ufff. —no puedo negar, tengo un buen cuerpo, pero … aunque ya le tengo mucha más confianza, no sé si estoy preparada para que él lo vea.

Me meto a la cubículo de cristal, recojo mi cabello en un chongo y enciendo la ducha. Empiezo a enjabonar mi cuerpo y mientras toco mi cuello, mis hombros, mis senos empiezo a pensar que es Mauricio quien lo hace, no lo puedo evitar, me gusta imaginarlo. El agua cayendo por mi cuerpo y el jabón resbalar hace que me ponga, bajo a mis cintura, mis caderas, paso por mis nalgas para llegar a mis piernas y sin querer suelto un gemido.

Abro mis ojos, no quiero que Mauricio escuche, por lo tanto ese momento un tanto erótico ha desaparecido. Al terminar de ducharme, me envuelvo en la toalla y me asomo a mirar a Mauricio:
 
—¡Mau… —le digo sonriendo— ¿puede ponerse boca abajo y cerrar los ojos?! —le pido y accede.
 
—ok, yo lo hago. —se pone boca abajo y cubre sus ojos.
 
Yo salgo rápidamente, busco un jeans y una blusa blanca de tiras, voy hasta el sofá y le grito desde ahí:
 
—Ya puede abrir los ojos, pero no se levante de la cama.
 
—¡Ok!
 
Me visto, suelto mi cabello, camino nuevamente al closet y mi esposo —¡ay, que bien suena eso! Mi esposo— silba para luego decirme:
 
—¡uy, pero que hermosa se ve! —me río y le digo.
 
—tranquilo. No saldré así. —saco una blusa azul holgada y me la pongo encima.
 
—igual, se ve muy guapa. —me siento en la cama, saco mis maquillajes y empiezo.
 
Base, polvo, sombra blanca, rubor… y cuando estoy apunto de ponerme labial, siento los labios de Mauricio en mi mejilla.
 
—vivir con usted cada vez me gusta más —dice
 
—si me va a besar que sea ahora. —le pido. Él se ríe, me da un beso y yo le correspondo.

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