Capítulo 10

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Saco las llaves, abro la puerta y veo a Mauricio esperándome cerca de las escaleras. Me asomo un poco y veo todo decorado, hago un escaneo y me fijo que los muebles no están, pero hay sabana roja sobre el suelo y me imagino para que… cierro rápidamente la puerta y le digo a Camila:
 
—mi amor, mejor yo te llevo los papeles mañana. —un poco nerviosa, aunque intentándo disimular
 
—¿No dizque eran importantes? —pregunta y yo asiento.
 
—pero no tanto. —digo intentando escabullirme y le doy un beso en la mejilla.—mañana los llevo temprano.
 
—Bueno mamita, está bien. —ella me da un beso en la mejilla y yo le doy la bendición.
 
Cuando la veo marcharse al fin respiro, de inmediato se dibuja en mi rostro una sonrisa tonta. Abro la puerta, entro recargandome sobre ella y él sonríe de forma tierna.
 
—¿Qué pasó? —lo escucho decir.
 
—es que, casi entra mi hija. —le explico
 
—¿y que tiene de malo? —miro la sábana tirada en el suelo y él se ríe.
 
—Pues tiene razón…. —se acerca a mi; a su paso. Me quita la chaqueta azul y me toma del mentón— si es para lo que se imagina. —me da un pequeño beso y yo me pongo roja como un tomate al imaginarme lo que va a suceder.
 
Caminamos hasta un poco antes de llegar a la mesa y él me abraza por detrás.
 
—¿Cómo supiste? —me da un beso en la mejilla.
 
—¿Qué?
 
—Qué yo amo a los hombres románticos. —acaricia mis brazos— y esto es muy romántico: las rosas, velas, los pétalos de flores en el suelo, la cobija roja. —me toma de la cintura y me voltea haciendo que quedemos uno frente al otro; pero me veo obligada alzar mi mentón por su altura.
 
—y la cena. —dice haciendo que se dibuje una sonrisa en mis labios.
 
—¿Qué hizo de cenar? —pregunto y él con ternura acaricia mi cabello.
 
—adivine. —arrugo la comisura de mis labios y pienso un poco.
 
—mmm… pasta. —asiente chinando los ojos satisfecho, grito de emoción y lo abrazo, él se ríe y me corresponde.
 
—si, pasta. —me toma de la cintura con una mano y con la que le queda libre destapa la pasta.
 
—¡uy!—se me hace agua la boca— ¡se ve riquísimo!. —intento sentarme, pero él me detiene— ¿qué pasó?
 
—que no me ha besado
 
—¿Cómo qué no? —disienta, se acerca a mi y me da un beso en los labios, yo le correspondo y disfrutamos de cuan largo es.
 
—ahora si, vamos a cenar. —retira la silla y me ayuda a sentar. Luego se sienta él y me sirve un poco de pasta— ¿así o más?
 
—Ya, así está bien. —se sirve él y me dice:
 
—¿quiere vino? —asiento, sirve un poco en las copas y yo pruebo un poco de la pasta.
 
—¡ay, que rico te quedó! — cierro mis ojos y paladeo— ¡eres muy buen cocinero, mi amor!
 
—¡uy! Que bien se escucha eso. —ambos sonreímos.
 
—si está muy rico. Demasiado.
 
Seguimos cenando y cuando terminamos, mi esposo sirve dos copas más. Mueve su silla junto a la mía y me toma de la mano, bebemos un poco de nuestras copas y luego nos miramos.
 
—gracias, estaba todo muy rico. —me acerco a él y lo miro a los ojos, poco a poco acerco mi boca a la suya y lo beso.
 
—la amo. —nos miramos a los ojos.
 
—yo también, mucho. —sonrío.
 
—Ah, pero falta algo muy importante.
 
—¿ah si? ¿Qué?
 
—espere un momento. —se levanta, yo tomo un sorbo de la copa. Mauricio va a unas repisas, pone un poco de música.
 
Al escuchar la primera nota de la canción sé cual es —Muero-5ta estación — abro los ojos como platos, me sorprendo y Mauricio al ver mi rostro sonríe.
 
—Señora bonita, ¿me haría el honor de concederme esta pieza? —dice reclamando mi mano, yo se la doy, me levanto, y al quedar casi a su altura <<no lo puedo alcanzar, él es mucho más alto que yo>> le pregunto:
 
—¿no le duele la pierna? —disienta, empezamos a bailar, movemos nuestros pies y nuestro cuerpo al ritmo de la canción. —sabe… hace mucho no escuchaba está canción. Me encantaba cantarla. 
 
—ah bueno, cántela.—me río y disiento.
 
—No, que vergüenza.
 
—¿Por qué vergüenza? —disiento y me dice— si quiere yo la acompaño. —empieza a cantar suave— Me muero por besarte, dormirme en tu boca, me muero por decirte, que el mundo se equivoca. Vamos, cante conmigo. —me pide, yo sonrío nerviosa y empiezo a cantarle también.
 
Pido por tu ausencia, que me hace extrañarte—lo miro a los ojos— y que me hace soñarte, cuando más me haces falta…. —La parte de la canción que viene pienso cantársela, es mi parte favorita.— pido por la mañana, que a mi lado despiertes, —lo miro y con una sonrisa continúo — enredado en la cama. ¡ay, como me haces falta!
 
—¡ yo feliz! —me río y me refugio en su pecho— la quiero tener siempre conmigo.
 
—¿aunque tal vez en unos años no pueda seguirle el paso? —acaricia mi cabello y me da un beso en la coronilla.
 
—Ronnie, tu siempre me seguirás el paso. —lo miro y le doy un beso en los labios.
 
Detengo nuestro baile, me agacho un poco y me quito los tacones. Luego vuelvo a como estaba inicialmente y terminamos de bailar la canción. Tomo un sorbo de la copa y mi marido me toma de la mano para quitarmela, toma la de él y la botella para llevarla sobre la sábana roja. Yo lo sigo y cuando llegamos ambos nos sentamos ahí.
 
—voy a apagar la luz. —me informa.
 
—bueno. —él se levanta, se quita los zapatos y apaga la luz. Vuelve a mi lado y bebemos más de las copas. —Mauricio, ¿Cómo la pasó hoy? ¿No le duele mucho la pierna?
 
—no, ya estoy bien. Lo que si me quedo fue un golpe.
 
se recarga en la pared y con su mano me pide que me acerque a él, yo lo hago y me acuesto sobre su pecho.

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