Al llegar al bar, mi esposo me da un beso y yo voy hasta la oficina, me siento en la silla detrás del escritorio y me sumerjo durante más o menos dos horas en el mundo de papeles que hay por firmar y revisar. Pero esa larga jornada de concentración es interrumpida por alguien que sin ningún mínimo de cuidado abre la puerta y cierra de un portazo. Me levanto y veo que es mi hija Mariana la cuál está nerviosa e inquieta.
—¿Qué pasó, mi vida? ¿Por qué estás así? —le pregunto.
—es que... no sé como lo vayas a tomar. —su gesto está descompuesto, parece asustada.
—¡ay Dios! ... Dime de una vez hija —digo desesperada—, me estás poniendo los nervios de punta.
—mami, mi abuela está aquí. —¡me lo suelta como una bomba!, quedo blanca como un papel. ¿Qué su abuela? ¿Cómo?.
—¿Tú abuela? —asiente y yo me desespero— ¿pero que hace aquí?
Al terminar de decir aquello, siento la voz de mi ex-suegra —nada amigable por cierto — decir:
—Pues vine hablar contigo, ya que no has tenido la amabilidad de llamarme.
Mi ex-suegra, es una mujer de 80 años, aunque muy fuerte y tiene un carácter demasiado rudo; amargado. Yo con una sonrisa prefabricada, le digo:
—Señora Andrea, tome asiento. —miro a mi hija— Mari, déjanos a solas.
Ella sale de la oficina y la mamá de Carlos no se mueve ni un centímetro, así que yo tampoco.
—Verónica, de verdad que eres una desagradecida. —abro los ojos como platos y la miro— Te separas de Carlos y lo metes a la cárcel. Pero ni siquiera tienes la decencia de avisarme.
—Discúlpeme señora, pero yo no le estoy faltando el respeto. Y le pido lo mismo, comprendo que esté enojada. Pero no le da derecho a tratarme mal.
—¿Te parece poco más de 30 años de casados y tres hijas? —pregunta.
—me parece demasiado, —le contesto— me parecen años desperdiciados de mi vida. —recalco—Que lo único que agradezco de esa farsa de matrimonio, es que tenga tres hijas maravillosas.
—Sí, esas tres niñas que están trabajando en este lugar de quinta. —dice con repudio.
—Sí, este lugar de quinta como le dice. Fue lo que nos tocó, —contesto— porque cuando su hijo se hizo pasar por muerto nos tocó abrirlo para poder pagar las deudas y la hipoteca de la casa.
—si, ya me contó el pobre de mi hijo, que usted lo demandó y lo metió preso. —¡que cinismo!
—Mire, yo no voy a discutir con uste... —me interrumpe.
—y ya también me enteré que se casó con el barman del lugar. Un hombre más joven que usted. ¿Eso quería? Serle infiel a mi hijo con uno más joven; te conseguiste amante. —arqueo una de mis cejas. ¿Infiel? Ahora que linda cosa, ¡¿Ahora YO SOY LA FIEL?!
—Respete, Mauricio jamás ha sido mi amante. Yo no voy discutir con usted. Carlos es su hijo y siempre lo va a defender. Eso está claro. Pero yo no estoy dispuesta a aguantar insultos.
—tranquila, ya me voy. Solo necesito hablar con mis nietas.
—bueno, ya las llamo para que vengan.
Salgo de la oficina y voy hasta donde están mis niñas.
—Su abuela quiere hablar con ustedes. —les informo.
Ellas caminan hacia la oficina y cuando desaparecen de nuestra vista, mi esposo me toma de cintura, me doy vuelta y lo miro a los ojos, él extiende sus brazos y yo lo abrazo. Me refugio como niña pequeña en sus brazos, ¡lo necesito! sé que no hay nadie a nuestro alrededor, por eso lo dejo verme así, frágil. Él me acobija con sus brazos fuertes que reconfortan a cualquiera.
—tranquila, ¿Qué sucedió? —lo abrazo fuerte y él me da un beso en la coronilla.
—¿Vio a la mujer que entró? —lo escucho asentir—es la mamá de Carlos.
—¿Qué le dijo?
—Pues me empezó a insultar, a decirme que yo le había sido infiel y que habia abierto este bar de quinta, que metí a su hijo a la cárcel.
—Ya, tranquila. Usted sabe que eso no es cierto, así que como dice el dicho: A palabras necias oidos sordos. No le preste atención, ella habla así porque Carlos es su hijo.
—si, lo sé. Pero igual me duele. —me da un abrazo y me toma del mentón.
—yo lo sé, pero trata de que no te afecte. Mi amor, la gente que nos va a criticar es mucha, pero hay que aprender a no hacerles caso. —asiento.
—Tiene razón. —acaricia mi mejilla, me besa suavemente y solo estamos él y yo. Nadie más. El mundo desaparece y yo solo deseo sus besos, que continúe, que no se detenga.
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¿Qué me Hiciste?
FanfictionHola soy Verónica Bolaños, una mujer de 42 años, divorciada, con tres hijas y un nieto. ¡ah! y además tengo un bar de strippers... Soy muy católica y mi visión del mundo es diferente a la mayoria de las personas, pero mi ahora esposo me va a cambiar...