CAPÍTULO 5

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"CORONITAS"

Definitivamente las maletas no entrarían en el mismo ascensor con ellos tres, y mira que los ascensores son realmente grandes para ese edificio de 15 plantas de altura.

—Mateo Rodríguez, piso 3 —dice el chico metiendo sus maletas en el ascensor con la ayuda de Marta.

—¿Piso 3? —preguntan las dos a la vez—. Como nosotras, es cosa del destino.

Las chicas se miran sorprendidas al coincidir en cada sílaba de su frase, y ríen homogéneamente molestando al chico.

Una vez tienen todas las maletas en la habitación del rubio, Marta se atreve a preguntar a Mateo, aún oliendo cuál sería su respuesta.

—¿Te gustaría cenar con nosotras?

La morena espera la respuesta impaciente, Marta tenía tantas ganas de hacer nuevos amigos y mucho más si se trataba del chico que había delante de sus ojos. Un Tsundere en toda regla, un chico tan serio por fuera pero que, aún sin conocerlo, sabía que era un algodón de azúcar por dentro. Bueno no, no tan dulce, solo alguien diferente al fin y al cabo el chico les había seguido el rollo todo el rato a ella y su amiga Lía.

Mateo observa su nueva habitación.

—Muy pequeña —se queja mentalmente.

Y mira detenidamente a sus nuevas compañeras de pasillo, comenzando por la morena de pelo rizado.

—Muy ruidosa —gira los ojos—. Pero es tan bonita que se le podría escribir una canción, hablando de su pelo alocado, de sus profundos ojos azules, de sus labios rosados —la analiza de manera dulce en su mente pero en realidad en su cabeza solo hace un esquema que más tarde le servirá como si fuera una Mickey Herramienta.

Pasa sus ojos a la chica más baja, ella solo mira el suelo y esconde sus manos en los bolsillos de su pantalón de campana ancho.

—Una muy ruidosa y la otra muy silenciosa —el dúo perfecto—. Esta es enana —la mira totalmente para abajo—, su cara es redonda como la de un bebé y sus ojos son tan oscuros que puedes perderte en ellos.

Ambas son dos esquemas opuestos que Mateo está deseando analizar.

—Cenaré con vosotras.

Una bonita velada ha concluido. Coronitas con limón, como más le gusta a Lía. Música de piano de fondo, como más le gusta a Mateo. Y una larga y relajada charla entre tres universitarios que aún no reunían 54 años entre todos ellos, una charla, como más le gusta a Marta.

Lo más sorprendente es que se lo había pasado bien, odia escuchar a la gente hablar tanto como Marta y detesta a la gente desordenada como Lía pero el leonés reconocía habérselo pasado bien por primera vez en mucho tiempo, tanto tiempo que había perdido la cuenta desde la última vez que había hecho algo así, más bien tenía la casi certeza que nunca había hecho algo como eso.

Sorprendido por su nuevo descubrimiento sobre la vida universitaria, termina de colocar las sábanas de su cama y se tumba sobre ellas, usando tan sólo un pantalón corto blanco de chándal y dejando la ventana abierta para que entre el aire y olor a campo.

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