"¡QUÉ REPELENTE!"
La puerta se abre tan solo un segundo después dejando frente a Lía un... ¿Dios Griego?
Lía deja caer su mandíbula mientras los ojos negros del ángel caído la observan.
Lía mira de refilón el maniquí de Channel que tiene enfrente con unos pantalones anchos de tela marrones a la altura de sus rodillas, una camiseta negra ancha de manga corta que deja ver todos los tatuajes de sus brazos y una sonrisa demoníaca de dientes perfectos, un sexy aro negro en la esquina izquierda de su labio inferior, una mandíbula tan marcada que podría cortar papel con ella, unos ojos tan negros como el carbón, dos bolitas plateadas sobre su ceja izquierda y su cabello algo largo y despeinado pero con un toque seductor que hace que Lía tenga que fregar el suelo.
La chica traga saliva mientras ve, en los pocos segundos que lleva anonadada, como él la observa detenidamente como si fuera una pequeña muñeca con ganas de pelea.
Cruza sus brazos y recrimina —Estoy segura de que me has escuchado quejarme del volumen de tu música —su voz es segura, tanto como ella. No piensa achacarse ante un tío cualquiera, por dios griego que parezca.
—Supongo que tú eres la andaluza gritona —una sonrisa de lado se hace lugar en su perfecto rostro—. Aunque tal vez deba llamarte Pitufa de ahora en adelante.
Esa es una frase que Lía no puede recriminarle pues el chico parado a medio metro de ella le saca una cuarta de altura sino más.
Lía sube las cejas comenzando a molestarse de verdad con él —No me interesan los tíos que van de graciosos por la vida, si te pido que bajes la puta música la bajas y punto. O sino llamo a dirección y te metes en problemas desde el primer día.
—Que repelente —chasca los dientes y gira ligeramente su cabeza dejando ver más tatuajes en su cuello, algo ocultos aún por el pelo, que lo hacen ver como sus personajes favoritos literarios.
Atrapa el pequeño aro entre sus dientes y sigue mirándola. Lía con el corazón en la mano, las pulsaciones como si hubiera corrido una maratón y las bragas hechas agua se gira firmemente y sin decir una sola palabra más se mete en su habitación.
—Que chica tan rara —murmura él cuando ve la puerta cerrarse—. No hay duda que recibirá toda mi atención en los próximos 4 años.
(...)
Era el segundo día que se permitían admisiones al recinto del Salvador Dalí, el día 5 del noveno mes del año era la famosa fiesta de inauguración donde profesores y alumnos daban la bienvenida al nuevo curso, se conocían entre ellos y compartían varios tragos los unos con los otros.
Diferentes bandas de música, cantantes solistas o DJs de diferentes partes del mundo, incluyendo la propia universidad, tocaban sobre el alucinante escenario de orquesta que había en la parte más amplia de todo el jardín. La gente baila, bebe, fuma, incluso se droga, y se conoce entre ella con gente de su mismo curso o en otro superior o inferior, al aire libre.
Era la fiesta que Marta llevaba esperando todo el verano, su plan para ser una chica mucho más "universitaria" había comenzado un día antes y ya había hecho 3 amigos nuevos, Lía, Mateo y Alba.
Impaciente saca el vestido verde, que ella misma ha confeccionado, y lo cuelga en una percha a parte para admirarlo completamente. En la esquina inferior del vestido se aprecia la marca de sus diseños, un precioso girasol de ondulados pétalos, "SunFlower" había decidido nombrar a sus trabajos desde que tan sólo era una niña.
Marta había acabado de decorar su habitación el día anterior. Por supuesto había usado un color verde que contrastaba bien con el azul de los marcos.
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CICATRICES
أدب المراهقينA veces los humanos tenemos la fea costumbre de caer en un profundo hoyo negro, un hoyo oscuro y sombrío que no nos deja ver más allá de nuestras narices. Un hoyo en el que retumba el perturbante sonido de las manecillas de un reloj que te recuerdan...