¿A una cafetería?...

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Chuuya se encontraba en su oficina, leyendo informes y papeleos. La cabeza le dolía horrores y se encontraba realmente estresado; todo el asunto de La sociedad de las almas de paso purgante era algo que lo tenía realmente tenso. Hacía mucho tiempo que nadie había tenido el valor de enfrentarse a la mafia de esa manera.

4 años y medio, para ser exactos.

Se dejó caer en el sillón, leyendo la descripción del último asalto a una sociedad clandestina de la ciudad. Todos los casos tenían el mismo patrón, robo de armas o dinero, desaparición de alguna persona, y cuerpos calcinados sin cabeza en el suelo. Eso último le causaba un asco terrible.

Estaba tan sumergido en leer los infirmes, que no se dio cuenta de la presencia que había en la oficina. Un hombre más alto que él, de unos 20 años, con cabello negro y puntas blancas, de pie frente al escritorio. De no ser porqué tosió ligeramente, el pelirrojo no habría notado su presencia. El sonido hizo que se sobresaltara, tirando algunas hojas al suelo.

-Estás distraído -observó Akutagawa, recogiendo unos papeles que cayeron frente a él.

-Estresado es la verdadera palabra -respondió, apilando los papeles -. ¿Y bien? ¿Que averiguaste?

-Los rumores son ciertos -su voz sonaba suave y elegante, como si no le afectara demasiado -. Cada asalto deja una carta de presentación igual a la que encontró Hirotsu, pero la gente no sabe a ciencia cierta que buscan. Solo toman armas y asesinan a algunos de los que estaban. No hay un patrón numérico.

Mirando nuevamente el informe del asalto al arsenal de armas, tuvo una extraña idea.

-Akutagawa, ¿Cuantos de nuestros hombres en el arsenal tenían habilidades?

-Como dos, si no estoy mal -dijo, haciendo memoria -. ¿No viene en tu documento?

Hizo caso omiso a la pregunta, adentrándose en toda la información de aquel documento. Akutagawa lo miraba sin hacer ningún cambio en su semblante, solamente permanecía de pie frente al escritorio mientras su superior buscaba quien sabe qué información entre tanto escrito.

En ese momento, el celular de Chuuya comenzó a sonar. Sin hacerle mucho casi, respondió en altavoz, tratando de no distraerse de su búsqueda. 

-Hola, Chuu -aquella voz hizo que perdiera el hilo de su papeleo -. ¿Tienes algo que hacer esta noche?

-Desgraciadamente no, porqué?

-¿Quieres a tomar un café? -una leve sonrisa se dibujó en el rostro de Chuuya, quien se recargó en el respaldo de la silla

-Suena como una propuesta de cita si lo dices así

-Tomaré eso como un sí -dijo Dazai, mirando por la ventada desde su escritorio  -¿Recuerdas esa cafetería con vista al puerto?

-¿La que te gustaba pero dejaste de ir cuando cambiaron al cocinero? -preguntó divertido

-Exactamente esa -respondió con cierto tono alegre -. Te parece que nos veamos a las 8.

-De acuerdo, pero no llegues tarde, imbécil -una sonrisa se dibujó en el rostro de ambos, aunque ninguno supo del efecto que causó en el otro aquella conversación.

-Entonces te veo allá. Nos vemos, Chuu

Sin decir nada, colgó el teléfono. No era consciente de la sonrisa que tenía en su rostro, ni tampoco notó como el dolor de cabeza disminuyó considerablemente. Era solo una simple llamada, ¿Porqué lo había alegrado de ese modo?

Mientras se hacía esa y otras preguntas, miraba por el ventanal de su oficina, recordando las muchas veces que fueron a esa cafetería. Su sonrisa melancólica se apoderó de su rostro, ese momento se apoderó de su mente, hasta que...

Entre vinos y vendajes - SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora