Chico flor de durazno...

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Presionar el botón para llamar al ascensor de la mafia era algo a lo que estaba realmente acostumbrado, lo hacía prácticamente diario y su obsesión le hizo contar que eran cerca de unas 18 veces al día, veces más, veces menos.

Entrar en aquel ascensor y pulsar un botón también era algo habitual en su rutina del día a día, solo que esa vez había algo diferente. Esa vez el ascensor no subiría al último piso, sino que iría al sótano.

La pantalla del ascensor ponía los diferentes desniveles, pasandolos uno a uno; cada vez su ansiedad se volvía mayor y le decía que debía romper el techo e irse de vuelta a su casa, pero mantuvo la firmeza de estar ahí, dando un paso hacia afuera cuando sonó esa aguda campana que indicaba las puertas abiertas.

Todavía al estar fuera del ascensor dudó si realmente quería seguir con su camino, pero las puertas se cerraron y el ascensor se fue, por lo que decidió comenzar a caminar.

Había estado en ese lugar una sola vez hacía algunos años, incluso sintió escalofríos mientras escuchaba el eco de sus zapatos andar conforme avanzaba por el largo pasillo. Se veía todo igual a como lo recordaba, pero los sentimientos y las razones por las que estaba ahí eran diferentes a la última vez que fue a verlo. El eco lo ponía demasiado ansioso, por lo que prefirió andar con su habilidad, guardando un completo silencio mientras se acercaba cada vez más.

Y al visualizar una puerta abierta al final del pasillo, respiró profundamente antes de acercarse. Se veía una luz encendida desde fuera, sabía que estaría alguien ahí dentro. Siempre había alguien en el sótano de la Port Mafia y no tenía ni una duda de quién era. Tras apretar sus puños, se colocó frente a la puerta, visualizando a un hombre rubio alto, de unos 36 años, vestía de un traje gris oscuro con una camisa negra debajo de este. Aquel hombre se encontraba leyendo, completamente inmerso en su lectura. Parecía que ni siquiera había notado la presencia de Chuuya en su puerta. En ese momento, Chuuya sujetó su cuchillo y lo lanzó con su habilidad hacia él, pero el sujeto lo esquivó sin miramientos, dejando que la hoja se clavara en la pared.

-Buen intento -murmuró cerrando el libro, alzando la cabeza con una sonrisa -. Hacía mucho que no te dignabas a visitarme

Chuuya frunció el ceño y lo miró con molestia, cruzandose se brazos al ver cómo el sujeto frente a él se ponía de pie y se acercaba al cuchillo. Aún no tenía muy en claro que clase de sentimientos tenía hacia él, era algo demasiado complejo.

-Has cambiado, te dejaste el cabello largo, vistes de una manera similar a la mía, me gusta más como te queda ese chaleco que el anterior que usaba -siguió hablando mientras se acercaba a él, dejándole el cuchillo en las manos -. No verte en algunos años hace que incluso sienta melancolía

-Tú bien sabes que no pienso bajar a verte, la culpa es tuya por no acudir a las reuniones aunque sea tu trabajo -se quejó mientras guardaba el cuchillo

-Sé que no quieres verme y respeto eso, creo que es lo menos que puedo hacer

Una sonrisa sincera se dibujó en el rostro de aquel hombre, cosa que hizo a Chuuya sentir una especie de puñal en el pecho.

Paul Verlaine, la persona que había matado a sus mejores amigos, la persona por la cual sintió de nuevo esa soledad, alguien a quien quiso matar sin piedad alguna vez y a quien después intentó comprender, se encontraba frente a él, mirándolo con una sonrisa cálida mientras él se repetía mentalmente la razón por la que estaba ahí.

-¿Por qué querría verle la cara a la persona que mató a mis amigos? -repuso dando un paso hacia atrás -. Aunque agradezco ese detalle...

A pesar de la extraña actitud de Chuuya, Paul no se movió de su posición y tampoco borró esa sonrisa. Chuuya incluso se sentía nervioso. Pero al ver esos ojos extrañamente tranquilos, recordó las palabras que le dijo cuando se conocieron y la explicación que le dio 6 años atrás acerca de por qué lo buscaba. Pero de pronto, la mirada de Paul se volvió de preocupación y su sonrisa dejó de ser la misma, pasó a ser una diferente, incluso algo falsa

Entre vinos y vendajes - SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora