No sé que hacer...

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-Dios mío... ¿Como es que no tienes nada de comer?

-No sé cocinar, así que no compro comida.

Chuuya estaba agachado, con la nevera de Dazai abierta y mirando si había algo que se pudiera preparar, además de sopas instantáneas y montones de botellas de sake.

Era el día de su acuerdo semanal, solo que esa vez Chuuya había decidido ir a verlo. Después de haberlo ido a recoger a aquel bar, se preocupaba de que estuviera bien, aunque no pensaba decírselo textualmente, pero esperaba que lo entendiera de algún u otro modo.

Recordaba como era el contenedor donde vivía Dazai a los 16, era pequeño y algo incómodo, pero se veía medianamente hogareño, dentro de lo que podía. Esperaba algo similar para el departamento, pero lo que vio lo preocupó en gran medida.

Dazai no era una persona pulcra con la limpieza, eso lo tenía en claro desde hace mucho tiempo, pero... Bolsas de frituras en el sillón, ropa arrugada, latas de atún, botellas de sake, llenas o vacías, un enorme desorden en toda la casa...

No es que sea desordenado... Es que siente que no merece vivir en un lugar limpio...

Después de todo, tras escucharlo, se dio cuenta de que su depresión nunca se fue, solo la supo llevar. Se dio de que Dazai había aprendido a vivir con su depresión, no intentando enfrentarla o reducirla, sino simplemente una especie de acuerdo mutuo en donde él vivía como si no estuviera, pero ella se apoderaba de él cada cierto tiempo, invadiéndolo al punto de que le quemaba y solo quería desaparecer.

-No puedes vivir a base de latas de atún y frituras -dijo, cerrando el refri -. Tienes que comer algo más

-De vez en cuando compro pan o arroz

Lo miró arqueando la ceja y cruzándose de brazos. Dazai solo sonrió inocente, haciendo que Chuuya negara con los ojos cerrados.

-También tienes que limpiar aquí, parece un desastre... -comenzó a caminar lentamente, analizando el lugar con la mirada -. No me imagino como está tu habitación...

-La decoración de la casa es prácticamente la misma, salvo el baño.

Chuuya miró rápidamente en su dirección, con cara de sorpresa.

-¿Que? Me baño ahí...

-Y vives aquí...

El castaño se encogió de hombros, sin hacer ninguna mueca o broma, solamente hizo esa acción. Un suspiro triste escapó de labios de Chuuya, preguntándose cuanto tiempo había estado viviendo así.

-Hagamos una cosa, ya que no hay nada de comer aquí...

-...¿Me llevarás a hacer el súper? -preguntó, interrumpiéndolo

-¿Que? No -respondió con cierta molestia -. Te llevaré a desayunar, pero tienes que limpiar este lugar primero.

Dazai alzó las cejas con sorpresa, pero, tras dos segundos se cruzó de brazos y se rió levemente con una genuina sonrisa, irritando un poco a Chuuya.

-¿De que te ríes, imbécil? -preguntó, frunciendo el ceño.

-Chuuya, llevo dos años viviendo aquí y no he acomodado, ¿Por qué lo haría ahora?

Un pinchazo de tristeza se produjo en el corazón del pelirrojo, quien en realidad no tenía una respuesta para ello, porqué se pasó gran parte de su adolescencia buscando una respuesta para ayudarlo.

-¿Chuuya? -el pelirrojo negó con la cabeza

-Te ayudaré a limpiar entonces... Pero solo si así lo haces.

Entre vinos y vendajes - SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora