Prólogo

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Es nochebuena y las estrellas iluminan todo el cielo nocturno, el frío de la noche colorea de blanco las ventanas y mi sudor cubre las palmas de mis manos, estoy más que nervioso, si es que existe esa posibilidad. La gente celebra, aplaude y grita en el primer piso de mi casa, mientras yo me siento al final de mi cama encerrado en mi habitación a la espera de su mensaje. Alan no estaba siendo muy responsable con mis sentimientos, entiendo esa parte de él que siente miedo de salir al mundo y expresar con libertad lo que cree sentir por mí, lo que no entiendo son sus ataques impulsivos de amor con los que busca demostrar que me quiere, pero luego aparece en mi puerta con una excusa buscando justificar que lo nuestro es un error, claro, porque él es heterosexual. ¿De verdad soy tan estúpido? Debí terminar todo con él en el momento que hizo tal comentario: entiéndeme, por ahora solo busco a alguien con quien pueda experimentar. ¿Experimentar? Tan bajo he caído para considerar que eso es amor, vivía en una tonta burbuja que me hacía creer que él podría llegar a enamorarse.

Mensaje de Alan «Dani, lo mejor es que olvidemos lo nuestro, lo correcto es dejarlo así, ser solo amigos como antes, terminemos con este jueguito que no va a llevarnos a ningún lado, te quiero, feliz navidad

Fue el mensaje que leí, creí por un momento que no iba a doler, pero no fue cierto, cada lágrima que viajaba por mis mejillas no eran más que el reflejo de cada recuerdo, sus poemas, nuestras tardes de películas, las salidas a escondidas, sus besos, sus caricias y ¿Qué hay del sexo?, de eso no hubo nada, porque su inestabilidad nunca me dio la seguridad para querer dar ese paso. Por fin entendí que solo fuimos un amor de verano que se perdió entre la nieve de invierno. Armado de valor, contesté su mensaje, usé las palabras correctas para describir lo roto que estaba mi corazón y luego solo me despedí, fue difícil comprender que él nunca fue mi lugar seguro.

— Adelante — respondí mientras limpiaba mis lágrimas.

Pablo había entrado en mi habitación, solo para avisarme que la cena iba a servirse.

— ¿Todo bien? —preguntó al encontrarse con mis ojos rojos.

— Sí — solo mentí, porque en ese momento era lo correcto.

Él no quiso presionar, solo había vuelto a repetir que nos esperaban.

— ¡Pablo!— lo llamé mientras me acercaba a mi escritorio — esto es para ti — dije, caminando en su dirección para entregarle su regalo de navidad.

— ¿Para mí? — miró el regalo con agrado, pero también con cierta extrañeza — Yo ... No te compré nada, Dani — volvió su mirada hacia mí.

Su padre ya había llenado nuestro árbol con regalos, algunos llevaban el nombre de Pablo, pero sé que ninguno de esos detalles habían sido escogidos por él.

— No importa, solo ábrelo.

Sus manos no demoraron en destrozar el papel regalo.

— ¿Un lego de Batman? — él sonrió, y no es que lo haga muy seguido.

— Lo vi y pensé que iba mucho con tu personalidad oscura — bromeé con la nariz roja.

Esta vez sonrió más grande y pude ver sus lindos dientes — me encanta, muchas gracias.

— No hay de que — afirme, escondiendo bajo mi mirada triste, aquellas lágrimas que pedían a gritos poder salir.

Cuando creí que me abandonaría, su cuerpo se acercó al mío y con sus antebrazos me llevó a su pecho, mi barbilla descansaba en su hombro izquierdo y mis lágrimas en su sudadera, entre sus brazos me desmoroné sin sentir miedo o pena, había olvidado por un minuto que éramos dos extraños a quienes lo único que los unía era la relación de sus padres. Su cuerpo se aferró aún más al mío, era como si él también necesitará con apuros el calor de este abrazo. Esto era nuevo para mí, aun así por alguna extraña razón me sentí seguro, tan seguro como para no querer apartarme.

Sin apartarme, me susurró en voz baja — feliz navidad, Dani.

Y en ese momento lo comprendí, este era su regalo. Por unos minutos dejó de lado su papel de odioso para darme un cálido abrazo de navidad, el mismo que llenó con cariño cada vacío de tristeza que dejó Alan. 














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