Capítulo 27 | Un brindis por ellos.

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Odio ser tan inseguro, odio a veces esconder que lo soy, odio esa parte de mí que debe sobre pensar absolutamente todo, es una "habilidad" exorbitante. A cada solución, encuentro otro problema del cual preocuparme. Desearía solo por un segundo encontrar claridad entre todos mis pensamientos, pues se agotan aquellas imágenes que me hacen creer que tal vez sí exista una historia bonita para nosotros. Al día de hoy el amor que sentimos sigue bajo la sombra de nuestros padres y, las palabras siempre encuentran el camino menos correcto, terminan escapando cuando de nuestra relación se trata. Y no es hablar exactamente de cómo nos va jugando a ser buenos hermanastros.

Entre tantas conversaciones, sin concluir en lo que de verdad importa, solo queda aquella sensación de culpa por no entender ¿Cómo se habla de esto que tenemos sin lastimarlos? ¿Cómo se expresan aquellas cosas que pasan por el corazón? Volvimos de Londres hace una semana, decididos a contarles que entre nosotros hay más que solo convivencia, pero cada vez que sentimos estar cerca, aparece un tal suceso imprevisto que nos arrebata la oportunidad de poder decir lo que de verdad estamos sintiendo.

— ¡¿Hola?! — Clara, chasqueó los dedos frente a mi cara.

— ¿Qué? — pregunté volviendo de mi momento disuasivo.

— Estamos aquí contigo, ¿Nos recuerdas?— tan bromista como siempre.

— ¿Estás bien?— Pablo, se dirigió a mí con una sonrisa en su carita bella.

— Sí, solo me quedé pensando unos segundos.

— Lo notamos — murmuró ella por lo bajo.

— ¡Li nitimis! — le remedé en un tono que también era burlón.

Pablo se veía risueño a costillas de nuestra "peleita"—. Sí, es por la cena de esta noche, no te preocupes, todo saldrá bien.

Es muy cliché, pero cierto; él solo me mira y prácticamente todo a mi alrededor desaparece. Es muy fácil para él calmar mis tormentas y es aún más fácil para mí dejar que lo haga.

— ¿Si quieren nos vamos? Digo, así el pícnic sería solo para ustedes.

— Está celosa de ti — dije sobre los labios de mi novio.

— Celosa, no, excitada, sí. ¿No sabían que mi pasatiempo favorito es ver a gais besarse? — me arrojó a mí una de las fresas de su canasta.

— Pues no. No sabía que te gustaba ver hombres besándose— había ingenuidad en la respuesta de Marcos.

— Ricitos, eso fue sarcasmo.

— No lo niegues, te gusta ver como nos besamos — Pablo, se unió a la broma comunitaria.

— Ay, por favor, ya quisieras tú. Más bien agradece que tu novio es gay, porque si fuera bi, sería más mío que tuyo.

— ¿Aquí es donde debo ponerme celoso por ese comentario?— preguntó Marcos con la cabeza recostada sobre los muslos de Clara.

— No, aquí es donde entras y me defiendes de ellos.

— Sí, ricitos, defiende a Clara de huevo — protesté.

— ¡Deja de llamarme así!— contestó ofendida—. De todos los apodos que existen escogiste el más estúpido.

— De qué te quejas, si tú cambias mis apodos cada dos minutos.— Mordí la fresa que me había arrojado hace unos segundos.

— ¡Defiéndeme ricitos!

— No molesten a mi chica o se las verán conmigo.

— Típica frase cliché. Yo puedo defenderme solita— pellizcó sus mejillas y luego lo besó con pasión, lo sé, se sintió.

Mi perfecta elección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora