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Me retracto de mis palabras, hasta los huesos, porque nada es tan simple

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Me retracto de mis palabras, hasta los huesos, porque nada es tan simple.

– Lauv, 'The Story Never Ends'


—Entonces, ¿tu novio? —pregunta su madre cuando regresa a la sala—

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Entonces, ¿tu novio? —pregunta su madre cuando regresa a la sala—. Es mayor, ¿verdad?

¿Eso importa?

—Bueno, no. Lo que quiero decir es...

—Que es asqueroso, que no es normal, que te repugna el hecho de que me gusten los hombres, ya lo sé, no tienes por qué repetirlo —dice, volviendo a callarla. Sin agregar nada más que una mirada de desdén hacia ella. La mujer lo mira, sólo podía mantenerse callada, escuchando aquello que una vez se atrevió a decirle.

«Esto es lo que piensa de mí, yo lo orille a esto»

Cariño...

—Tengo cosas que hacer, iré a mi cuarto.

«Pero ya no más»

—Esas palabras eran para mí, Jeongin —el mencionado se detiene unos escalones arriba, sin voltear a verla aún—. Eres asquerosa, desagradable, anormal... Escuchaba eso a diario, cada que mi padre llegaba del trabajo —empieza a decir con voz ahogada—. Nunca te preguntaste, ¿por qué jamás te mencioné a tus abuelos o tíos?

—No querías que se burlaran de ti por tener un hijo gay.

—No, lo que yo quería era protegerte de ellos.

Jeongin quiere reír por lo dicho, alza la mirada viendo la puerta de su habitación a unos cuantos pasos, llegar a ella y entrar para dejar de lado las excusas falsas de su madre era fácil. Pero por una vez, se permitió escucharla, porque aquellas palabras habían sonado fuerte en su cabeza.

Porque yo me enamoré de una mujer y ellos se encargaron de hacerme pagar por ello.

El rubio se siente extraño luego de escuchar aquello, un nudo inexplicable se ha formado en su garganta, impidiéndole tragar saliva con facilidad. Su madre le mira con ojos brillosos desde abajo, casi suplicando que le deje hablar, queriendo abrir su corazón a él por primera vez.

¿Cómo sé que no mientes?

La mujer le pide que baje y aún si no está muy seguro de querer escucharla, lo hace. La ve dirigirse a un mueble en la esquina de la sala, una pequeña mesita con un simple cajón, que sostiene sobre él un pequeño retrato de su infancia. Los insultos en el pasado, las palabras con las que se refirió a él delante de la gente de su antiguo colegio le hacen estragos a su mente.

Por un momento se arrepiente de querer hacerlo, pero cuando se da cuenta, su madre saca del cajón un libro pequeño y delgado, el cual abre y mira con nostalgia.

—Ella era mi mundo, pasábamos las tardes en su casa jugando a ser un matrimonio —ríe, pero su risa es triste, casi moribunda, y saca del libro una pequeña foto—. Su nombre era Yerin.

—¿Qué pasó con ella? —cauteloso todavía, por pensar en estar siendo engañado, pregunta juntando sus cejas y tomando la foto entre sus manos.

—Su familia se mudó cuando se enteraron de que la veía de otra forma, mis padres les dijeron.

—Ellos...

—Ellos no lo tomaron bien. Mi padre me golpeaba cuando llegaba borracho, mis hermanos me obligaban a salir con sus amigos y mi madre... —su voz se cortó, haciendo que Jeongin levantará la vista de aquella foto, sólo para ver a su madre quebrase en llanto.

No supo qué hacer, jamás la había visto llorar, nunca tuvo el más mínimo interés en su vida desde que aquel suceso en su colegio había pasado, se había alejado tanto de la mujer que se supone debía amar, que si quiera querer abrazarla ahora para calmar su llanto le pareció extraño.

—E-Ella me hizo estar con tu padre, m-me obligó a tener sexo con él para "abrirme los ojos".

La foto en sus manos no pudo ser sostenida por más tiempo, Jeongin no podía creer lo que escuchaba, era demasiado pensar que él era producto de...no.

—Yo nunca quise herirte, Jeongin. Nunca quise decir esas cosas, pero cuando escuché a tus maestros hablar como mis padres, yo... ¡Yo no quería que pasaras por lo mismo! No quería que te lastimaran y preferí hacerlo yo. Preferí herirte una vez a que ellos te marcaran para siempre. Perdóname, p-por favor, perdóname, mi amor.

Una vez, era cierto. Su madre sólo lo había herido una vez y él le castigó por ello muchas veces. ¿Quién hirió más a quién, Jeongin?

Lo siento, mamá.

Tarde por la noche había sido aquello y la necesidad del rubio por tener a Christopher cerca al pasar por aquel momento era desesperante, así que le llamó, como él le había pedido. Quería que estuviera con él ahora, quería llorar en su hombro hasta sentir que podía volver a ver a su madre a los ojos. Volver a ver su reflejo en el espejo y no sentirse un recuerdo amargo para ella.

¿Hola? —la voz de una mujer contesta.

¿Christopher? —dice entre cortos hipos.

¿Qué mierda haces tocando mis cosas? —puede oír la voz de Christopher al fondo y sorbe por su nariz empezando a confundirse.

Es Jeongin, deberías atenderlo, puede que te necesite urgentemente —vuelve a escuchar esa voz aguda, sonado divertida y feliz—. Su casa es bonita, según Roger —escucha, antes de asustarse con un ruido fuerte en la planta de abajo.

¿Mamá?

—¿Mamá?

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