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Cuando estoy frente a ti, me pongo sediento

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Cuando estoy frente a ti, me pongo sediento. Todo mi cuerpo tiembla, mi respiración se vuelve caliente.

Taemin, 'Thirsty'


—¿Por qué no me dijiste? —el rubio pregunta, sentado sobre los muslos del mayor

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¿Por qué no me dijiste? —el rubio pregunta, sentado sobre los muslos del mayor.

Su habitación es iluminada por la pequeña lámpara de noche, Christopher se ha quedado a dormir por petición de su madre, quien permanece en el cuarto de al lado descansando del día agotador que habían vivido.

Christopher permanece sentado sobre la cama, rodeando con sus fuertes brazos la cintura de su novio. Jeongin juega con la cadena dorada en su cuello, su espalda siendo sostenida por el pecho contrario.

¿Me hubieras creído? —devuelve, dejando un beso sobre su cuello.

Lo hubiera intentado. No tenías porque pasar por ello solo.

Está en el pasado —Christopher susurra sobre su oído, erizando los bellos de su nuca al sentir su respiración—. Ya no quiero recordar.

Jeongin asiente en silencio, había mucho en el pasado que valía la pena olvidar. Lo que importaba ahora era el presente, apoyar a su madre, permanecer junto a Christopher.

Entonces, además de guapo, eres rico —menciona, con una sonrisa divertida que el mayor no puede ver.

¿Eres materialista, Yang Jeongin?

Yo no soy quien gastó, seguramente, miles en un anillo.

No te preocupes, cuando nos casemos recuperaré el dinero —bromea igualmente, siguiéndole el juego al rubio, Jeongin gira su cabeza para verlo.

¿En verdad quieres casarte conmigo? —pregunta, perdiéndose unos momentos en esos ojos, que aún con toda la oscuridad rodeándolos, parecen brillar cual luceros en el cielo.

Por supuesto que sí.

¿Por tu herencia?

No, eso es un plus —ríen, si Jeongin lo quisiese, podrían casarse después del plazo que su padre había acordado, el dinero no pasaría a Mido de cualquier forma ahora—. Sólo si nos casamos antes de mis veintidós podré tenerla, no me interesa en realidad, yo puedo esperar hasta los treinta si quieres.

De acuerdo, nos casaremos cuando tengas treinta.

Estaba jugando, nos casaremos cuando tenga veinticinco.

Veinticuatro.

Mejor mañana.

Basta — dice con una sonrisa, llevando una mano a la boca del mayor para callarlo—. Hay que dormir, hoy ha sido...

No quiero dormir todavía —Christopher sonríe, tomado la mano que cubría su boca para besarla. Dulce y coqueto, Christopher Bang sabía jugar.

Mi madre está al lado —recuerda, jadeando bajo al sentir los besos del pelinegro empezar un camino por su cuello—. Chan-nie~

Tendrás que guardar silencio.

¿Contigo eso es posible? —cuestiona sarcástico, en medio de una baja risa.

Ya veremos.

Quiere probarlo una vez más, ese encanto que tiene Jeongin para hacerlo olvidar. El hechizo que sus labios parecen hacer al marcar su cuerpo, la piel tersa y canela que quema las yemas de sus dedos bajo su toque, su perfecta y sublime manera de seducir hasta hacerle perder la cordura, quiere probar lo que se siente hacerle el amor de nuevo.

Christopher le acaricia, susurra palabras sobre su oído, totalmente sucias y excitantes. El juego previo siempre ha sido la mejor parte para ambos, tocándose sobre la ropa un poco antes de deshacerse de ella, frotándose descaradamente uno contra el otro en un vaivén de caderas que el menor domina sobre las fornidos y deliciosos muslos del mayor.

Ambos desnudos luego de un rato, explorando como la primera vez el pecado hecho hombre. Jeongin cubre su boca, intentando no hacer ruidos altos como se lo ha pedido el mayor, tira su cabeza hacia atrás en la almohada, mientras Christopher le prepara hábilmente con la lengua.

Shh~, no queremos despertar a mami~ —Bang murmura con una sonrisa lasciva al terminar su trabajo, subiendo cual depredador sobre su cuerpo, dejando castos y húmedos besos por sus muslos, ignorando su miembro a propósito, pasando por su vientre y estómago, mordiendo esos pezones rosados y erectos. Jeongin sólo puede cubrir su boca con una mano, mientras la otra empuña la sabana con fuerza.

Un gemido ahogado es provocado al volver a tener los labios ajenos sobre los propios, el rubio muerde a modo de venganza el labio inferior de su novio, el sabor metálico de la sangre colándose en medio de su saliva. La adrenalina de saber que la madre del rubio puede escucharlos al otro lado sólo prende más a Christopher, haciéndole penetrar al dulce chico bajo él sin previo aviso, escuchando por fin su sonido favorito abandonar los labios de su ángel.

Ah, mgh~... lo si-siento~

Sobre tus rodillas, bebé —ordena y luego de ser acatado, inclina su cuerpo y susurra al morder su lóbulo—. Es posible guardar silencio, sólo tienes que morder la almohada, amor~.

 Es posible guardar silencio, sólo tienes que morder la almohada, amor~

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