Terminaban de cenar a eso de las 21, eran muy tempranos y puntuales con los horarios de comidas y descanso. Parecían bebés. Aúnque ella nunca se quejo, le cocinaban, no tenía que pedir delivery o descongelar comida, lo cual era su cena desde hacía años. Todos se iban a sus habitaciones, estaba prohibido salir de noche y pocas veces se utilizaban los lugares compartidos luego de ese horario. Pero ella los burló a todos porque obediente nunca fue, era una adolscente que iba en contra de las reglas por mera rebeldía. La ventana ya estaba rota por la pelea que jamás pasó, ni debería haber sucedido. Ella dijo que estaba prácticando unas patadas cuando rompió el vidrio y, casualmente, tiene forma humana. Aizawa no le creyó, era mala para mentir, sus orejas se sacudían, pero se lo dejó pasar porque estaba muy cansado para esto y para todo lo que le llevaría hacer informar al director que Seina, que específicamente ella, se había metido en problemas.
Tenía una lista larga de reglas inclumidas en las dos semanas que llevaba. Saltar de la ventana con patines, ropa de entrenamiento y pesas era una de ellas. Caminaba 5 cuadras hasta la parada del colectivo, tomaba el 46, tardaba unos 20 o 30 minutos, el lugar parecía estar cerrado. Su entrenador ya estaba allí, esperándola, cuando vió a la chica entrar se acercó y la abrazó. Hanyu era así, ganador de la medalla de oro en los jugos olímpicos del 2014. Él no es profesor pero hizo una excepción con Seina.
<<Tenía ocho años, ocho años de traumas. Keigo y Remi sacaron a la pequeña a patinar porque estaba nevando, porque el clima era hermoso, porque hacía años que ella se los había pasado encerrada, porque era la priemera vez que conocía la nieve. Seina era una bola, sus mayores la habían abrigado de una manera exagerada ya que se enferma fácilmente. Remi alquiló tres patines, los de la pequeña eran muy tiernos.
—Esperános aquí, mi pequeña— dijo Keigo sacudiendo el pelo rizado de Seina.
Claro, la niña al ver el hielo, la escarcha, las luces, el reflejo, las risas, no hizo caso y entro a la pista. Se golpeó. No le dolió. Se leventó, se cayó. No le dolió. Se leventó y se cayó. Estuvó así un buen rato. De repente, todos comenzaron a larga suspiros sorprendidos, a contener la respiración para no gritar. Seina, que temblaba de frío, sintió un escalofrío que le heló la piel. Frente a ella había un hombre extendiéndole la mano, cayó de nuevo hacía atrás.
—Hey niña, despacio.— La orejas de ella giraron a un costado, el hombre la rodeo y la tomó de la espalda, al principió ella le gruño. El mayor le extendió su mano como saludo pero Seina la olió. Él se río. La ayudó a pararse, todos los miraban. Empezó a darle instrucciones. Las siguió al pie de la letra, él sonrío.— ¿Sabes? Sí le tuvieras miedo al hielo, patinar sería mucho más complicado.— Pero Seina nunca le tuvo miedo al hielo o a caer en este.
Y siguieron avanzando, juntos hasta que pudo patinar sin ayuda, iba cada vez más rápido. Él la siguió de cerca, aunque le costaba a un hombre seguir a un lobo. Le enseñó a frenarse. Ella lo imitó, le costó unas cinco veces lograrlo, su mano raspaba y estaba segura que en más de un lugar le saldrían moretones pero no quería frenar. Su corazón se agitaba, su cuerpo sentía que se movía por primera vez en años. Remi la miró sorprendida desde la varanda, del lado de afuera del hielo, comenzó a gritar para apoyarla. Keigo, desconfiado, no le gustaba a dónde se dirigía esto, voló por encima de todos y la vió desde arriba. Supó, desde entonces, que Seina era nieve, era invierno y era hielo. Un lobo gris en la nieve, por eso sufría el frío y el calor la descomponía, parecía llevarlo en la sangre.
Hanyu elevó una pierna, ella lo hizó, parecía natural, cómo si no fuera la primera vez. Él patinó hacía atrás, ella lo hizó, se chocó algunas veces pero nunca frenó. Él saltó, ella lo imitó sin dudarlo iba a caer, Keigo se acercaba en picada, pero Hanyu se aseguró que no cayera. Le colocó una mano en la espalda para enderezarla e hizó que su pierna se estirará. Seina aterrizó bien.
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A Little Loss of Innocence
FanfictionDesde que nació, sabía que no debía haberlo hecho. Denominada asesina. Denominada mounstro. Más de uno intentó matarla. Su historia siempre se vió pertubada por un apellido, el de su padre, el villano más grande y cruel que ha existido en los últim...