12; El fantasma de lo que nunca existió.

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Viernes 19 de mayo, el día siguiente al de la fuga, Kirishima no se levantó, debío quedar muy cansado. Deku no la miró, aun si eran los únicos dos en un pasillo diminuto. Kirishima le había advertido que si la veían ahí quedaría raro (manera sutil de decirle que la llamarían Puta). Hasta parecía que se estaba escondiendo de ella, le hubiera encantado gruñirle o decirle; —Puedo olerte.

No lo dijo.

Otros pies se movían, pies pesados y brutos. Odiaba reconocerlos. Ella se dió la vuelta y caminó lejos, tratando de no correr.

—¿Kirishima no se levantó?— su voz sonaba ronca como siempre, pero calma. Como si su personalidad no se hubiera despertado aún.

—Buenos días a ti tambien, Bakugo.— Seina agarró sus bolsos, que había dejado en el suelo mientras esperaba a su amigo que nunca salió.— Y no...— su voz se escapaba entre sus dientes, estaba preocupado por él.

—Ayer lloró horas...—  Bakugo pasó por al lado de ella y siguió directo hacía afuera. Casi parecía invitarla pero se convenció a sí misma que era cosa suya.

De todas formas, corrieron por las mismas calles, más adelante se encontraron con Deku. Era un ambiente tenso e incómodo. Ella aceleraba el paso para alejarse de ese entorno, sin embargo, Bakugo lo tomaba como un desafío y aceleraba con ella, y Deku, para no quedar atrás, aceleraba con ellos. 

Seina soltaba gruñidos para ella misma. Ella no era la persona más segura de sí, pero ¿tan mal estaban ellos para intentar pisotearla así? Ella aceleró por un largo tiempo, acercándose al bosque y saltando a la copa de un árbol. <<Kirishima te extraño>>. Pensó.

Bakugo fue el siguiente en meterse, solo que él quedo sobre la tierra. Seina estaba por bajar, se lo pensó dos veces y prefirió ir por arriba. Odiaba las alturas. 

—Bakugo, no se debe ir por el bosque.— Gritó Deku desde la calle, no le importaba mucho Seina.— Hay una calle para algo.

— Dejáme en paz, Deku.— El tono de voz del chico hizó que ella se frenará a verlo y analizarlo. Sonaba molesto, irritado y olía inseguro. Bakugo odiaba que su amigo lo siguiera, que estuviera ahí, odiaba su voz, su cara, su sonrisa, su olor. Todo. Odiaba cómo le robo todo. Odiaba que lo cuidara cuando eran enemigos. Odiaba aún más que fuera la persona que más lo conocía.

Seina se bajó del árbol al frente del rubio sin hacer ruido alguno (verás, al ser alguien que escucha con tanta presición es fácil no hacer ruido para los oidos normales) , él no la sintió, no frenó, no desaceleró. Ambos cayeron sentados. Ella no levantó su mirada, había sido culpa suya y  él lo sabía. No se pueden oler miradas, excepto la de Bakugo. Activaba todos los sensores de huída y ataque de ella.

—¿Estas bien?— Deku aparecía por detrás, entre los árboles. Bakugo se giró hacía dónde prevenía la voz y cuando miró hacía el frente la chica ya había desaparecido. 

Seina tenía el corazón totalmente acelerado, sudaba y llegó a creer que lloraría. No entendía bien que le sucedía, quería pegarse, arañarse. Era como si el vomito se le acomulara en la garganta. Huyó lejos de ahí. Pensando que era un problema, una culpable, una bestia...

Deku intentó ayudar a su amigo que este se safó con violencia de su agarre, por alguna razón Bakugo no podía dejar de pensar porque ella aprecía y huía así y odiaba pensarlo. Balbuceó algunas palabras como; —Ya dejáme, Deku. No necesito ayuda...

Pero el contrario no lo dejó, no estaba ahí para ayudarlo, aún sí quisiera o lo viera mal. Este lo tomo de los hombros y lo sacudió, preocupado, esperando que reaccioné. Bakugo miró hacía abajo, a su ojos, molesto y hasta cómico de cómo se atrevía a hacerle eso.

A Little Loss of InnocenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora