Muérdago: crónica de un desastre en potencia.

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Peter, siempre comprometido con sus causas, mira su obra desde la distancia. El ángulo es bueno, pero eso ya lo sabía; es cómodo, eso también estaba estudiado, el asunto era: ¿funcionaría?. Eso no había quien lo asegure.

Era el quinto dispositivo que colocaba. Los cuatro anteriores ofrecían lo mismo: perfección. No la dieron. Para nada. Peter estaba a punto de perder la cordura intentando que deje de fallar.

El murmullo de unos pasos bajando la escalera se cuela por el marco de la puerta y Peter se apresura a acomodar su ugly sweater antes de agazaparse tras el marco. La voz de Vision se entremezcla ligeramente con algo que Tony dice. Le hormiguea el cuello, la expectativa se siente como un chute de adrenalina explotando contra su sistema.

Aplastado contra la pared intenta contar los pasos que los separan del gran marco que los lleva a la cocina, donde Peter aguarda. Un retorcijón en el abdomen le hace moverse y cambiar de posición. Lo hace antes de pensarlo y cuando al fin logra divisar la figura de Tony, se da cuenta de que el mayor estaba de ese lado, no del otro. Sonríe sin poder evitarlo.

Después de tres años, su sentido arácnido parecía más eficiente qué nunca a sus propósitos menos heroicos. Por el sonido de sus voces calcula que están a ocho pasos de distancia. No era raro que lo supiera, Peter era ingeniero, la gente esperaba que supiera ese tipo de cosas. Las que no, eran del tipo: cuánto le tomaba a Tony dar esos pasos.

Peter sabía que le tomaba 8 segundos, a paso normal, 10 si estaba hablando con alguien y la charla le resultaba interesante, 5 si Peter rompía algo en la cocina y tenía que ir corriendo a ver qué destruyó. Eso era raro saberlo, pero no tanto si se tenía en cuenta que Peter tenía 3 años enamorado del hombre.

Con la cuenta regresiva activada en la superficie de sus pensamientos, hace un chequeo general de sus condiciones. Vuelve a comprobar su aliento: mentolado. Bien. Estira el suéter: horrendo, pero Tony se lo vio puesto un día que fue todo el abrigo que pudo conseguir luego de perder por millonésima vez su ropa en la calle y le dijo que le quedaba lindo.

Lindo.

Peter se quedó catatónico viendo cómo su mentor se le acercó, estudió el suéter alzó una mano y con la yema de su dedo contorneó el patrón chillón y lleno de pequeñas borlas verdes, que hacían las veces de "arbolito" tridimensional... Era una cosa blasfema y roja, pero Tony alzó la vista, clavó en él sus ojos y le dijo que estaba muy grande. May lo corrió por la casa para sacarle el suéter y echarlo a lavar.

Ya no tenían esas peleas, Peter lo lavaba con regularidad y hasta lo había lavado la noche anterior, así que aún olía delicioso. Aplastando su pelo, intenta controlar los rulos salvajes que había olvidado cortar y se para de manera despreocupada. Cualquiera que lo viera hacer aquello pensaría que estaba sacándose hormigas de dentro de la ropa. Agradece estar solo para poder controlar el arranque infantil de su cuerpo.

Ambas voces se escuchan con total claridad y Peter retrocede dos pasos. Saca el celular de su bolsillo, cuenta hasta dos y camina de lleno por debajo del arco. Tal como lo planeó, su cuerpo en el acto "choca'' con otro, pero nada más hacerlo nota el error. Las manos que le sujetan los hombros no son tan grandes, su cabeza rebota contra hombros fornidos, no contra otra cabeza y Peter desea maldecir con todo lo que es, cuando sus ojos se topan con los azules de Vis.

—¡Peter, lo siento! —murmura su amigo sorprendido con su repentina aparición.

—Oh, no es na-nada Vis. Iba mirando el celular... fue mi culpa.

Le falta disciplina, o le sobra hartazgo; por lo que sea, pese a que intenta no hacerlo, su mirada se dispara hacia el arco sobre sus cabezas. Vis lo imita, Peter intenta retroceder, evitar la catástrofe, pero es tarde incluso para él que es un superhéroe.

Otra tonta historia Navideña │starker│Donde viven las historias. Descúbrelo ahora