Tormentas de nieve y otros problemas.

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Tony era muy consciente que cada buena acción, se paga con su correspondiente castigo. ¿Era justo? No. Para nada. Pero era así como funcionaba y estaba genuinamente acostumbrado. O eso creía hasta que entró en las oficinas centrales, con Peter andando tras él mirando todo de aquella forma tan inocentemente curiosa.

En un principio, no pensó, ni se le ocurrió, que algo tan malo y retorcido podría devenir de algo tan inocente. Tony tenía que ir por unos papeles, asegurarse de ver algunos prototipos de manera presencial y Peter podría curiosear a sus anchas, dado que era domingo y él no era ningún explotador.

Al entrar por las puertas principales agita la mano saludando cordialmente al seguridad que tiene años allí. El hombre inclina la cabeza con respeto y sonríe a Peter, cuando el chico agita mucho más enérgico la mano. A Parker le costaba más que a nadie en el planeta comportarse de manera medianamente decente cuando estaba emocionado.

Pero nada de todo esto fue o era un problema. Los problemas iniciaron luego de un rápido viaje en elevador. Y no fue que al salir se diera cuenta de que el aire dentro se había tornado extraño y tenso, no, su problema aparece en forma de un crío maldito, con el cabello rubio todo revuelto y atado con un moño alto y desordenado, con mechones rebeldes acariciando su cuello y clavículas, andando por el amplio hall del taller principal, hablando a una grabadora de apariencia prehistórica, más que seguro muy moderna.

El pecho de Peter se golpea contra su espalda y el sonido ahogado de sus disculpas hace que Harley se gire sorprendido, bajando la tableta que traía en la mano libre.

—¿Tony?

—¿Qué haces aquí un domingo? —murmura intentando desesperado que Peter siga cubierto por su cuerpo.

La mirada azul de su ahijado se estrecha. Una sonrisa sórdida barre la sorpresa de su rostro y Tony sabe que es tarde para cualquier cosa.

—Trabajar, jefe. Trabajar —dice el cabrón, cruzando despreocupado los brazos sobre el pecho.

—¿Un domingo? —insiste tenso.

—Bueno, dado que la iglesia rechaza a los hombres que desean a los de su propio sexo, me he dado el lujo de no asistir a misa —se ríe intentando espiar tras su hombro—. ¿Y tú, qué haces aquí un domingo?

Maldito hijo de...

—Lo mismo —dice con entereza—. Me enviaste una lista de prototipos que requerían que les dé una mirada más concienzuda y presencial.

—Ya, pero no sabía que ibas a traerme un obsequio por mi buen desempeño.

—No lo hice —le gruñe apretando los dientes.

Pero era tarde. Peter, seguramente sorprendido porque existiera alguien con el lujo impune de tratarlo de esa manera, estira el rostro sobre su hombro. La mirada de ave rapaz de su ahijado se clava en él y Tony quiere retorcerle el pescuezo cuando lo ve repasar lentamente el cuerpo de Peter que se escapa de su protección.

—Buenos días —dice el chico cordial, con una sonrisa dolorosamente amplia y honesta—. ¿Harley Kenner, verdad? —pregunta extendiendo la mano.

La mirada de su ahijado se entretiene de más en el pecho amplio, que cubierto por el maldito suéter del estúpido árbol, se ve inmenso.

—El mismo, pero me siento en desventaja, no tengo el placer de saber quien eres —responde estrechándole la mano.

La risa calmada de Peter lo golpea y lo hace volver a ponerse en movimiento. Espabila, intentando suprimir el impulso de hacer algo idiota e incompetente como arrastrar a Peter por el camino de vuelta se para bien cerca de su pupilo, bloqueando el nefasto intento de su ahijado por acercarse más de lo debido.

Otra tonta historia Navideña │starker│Donde viven las historias. Descúbrelo ahora