Arrastró su mano sobre la madera tibia de su banco, limpiando los restos de goma que normalmente dejaba luego de sus clases prácticas. Era bueno con los números, pero no el mejor. Algunas veces no cumplía sus propias expectativas al equivocarse más de 3 veces al intentar resolver una actividad, y el estrés hacía que usará la goma de borrar de una manera excesiva. En varias ocasiones, llegó a romper una hoja debido a aquel comportamiento. No podía controlar su impulso destructivo cuando algo no salía como lo planeaba o como le gustaría. Pero eso no pasaba más allá de agujerear una hoja y ya.
Juntando los, aún calientes, restos de su última víctima esponjosa, se levantó de su sitio y tiro todo en el cesto de basura del salón. Ya no había nadie allí acompañándolo, solo él y los muebles.
En un suspiro, regreso a su banco y comenzó a guardar sus pertenencias en su mochila con cuidado. Aunque la puerta estaba cerrada, podría entrar cualquiera a revisar el salón si hacia algún tipo de sonido brusco. Luzu no quería llamar la atención de ningún alumno o profesor, así que cuando terminó de guardar sus cosas apagó la luz y se volvió a sentar en su banco.
Era el receso del almuerzo, pero no tenía hambre, talvez eso era culpa de su baja eficiencia en su última clase, o el pensamiento constante de que no era suficiente para esa escuela tan prestigiosa. ¿Es que él era incapaz? ¿Merecía verdaderamente esa oportunidad allí, en karmaland? No lo sabía, y era mejor no seguir preguntándose estupideces. En un balanceo torpe, sacó de su bolsillo sus auriculares y móvil, su mejor aliado y distracción de la realidad. En momentos de muchas ideas, la música lo ayudaba a reflexionar y descansar su mente por un rato. Ya se había vuelto un hábito inevitable el dejar de pensar con ayuda de la música.
No tenía un género favorito, escuchaba de todo. Pero un gusto culposo que de verdad encontraba extraño en sí mismo era que cada cierto tiempo escuchaba música para chicas. Si su padre supiera eso de él, probablemente su teléfono ya no existiría de lo fuerte que aquel hombre lo estamparía contra el suelo. Probablemente seguido de eso lo abofetearía y regañaría por horas, para luego hacerle la ley del hielo por más de 2 semanas. Temía tanto que eso pasara. ¿Y si su madrina se decepcionara de el? Eso sí que no tenía precio. Se descartaría a sí mismo en un bote de basura si eso pasara.
Tamborileando sobre su banco al ritmo de la fuerte música pop, no escuchó cuando la puerta fue abierta delicadamente por un azabache de beanie. Expectante, aquel chico vio como Luzu estaba recostado sobre su propio banco. Parecía dormido por la posición en la que estaba.
Quackity, claramente se acercó a revisar al castaño con bastante intriga. En eso, Luzu se movió bruscamente asustando al chico de suéter azul.
⸻ ¡HIJOLE!... ME ASUSTASTE PINCHE LUSU ⸻ El castaño se quitó sus auriculares al sentir a alguien hablarle, o más bien gritarle en su espalda. Su cuerpo se giró lo suficiente para ver al responsable de aquel alboroto.
⸻ ¿Alex? ⸻ murmuró algo asustado escondiendo su teléfono por inercia. ⸻ ¿Qué haces aquí?
⸻ Hola ¿no, perro? ⸻ rió cerrando la puerta del aula. ⸻ Un buen día por lo menos ¿O no?
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𝗵𝗼𝗺𝗼𝗳𝗼𝗯𝗶𝗮 ⸺ luckity
عشوائيLuzu es un chico 𝙝𝙤𝙢𝙤𝙛𝙤𝙗𝙞𝙘𝙤, pero cuando conoce a Quackity se da cuenta de quién es realmente. comenzada: O6 / 12 / 22 acabada: