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Finalmente era lunes, y Luzu se encontraba sentado en la parte trasera del auto de su padre. Al volante, no se encontraba aquel hombre de cabello oscuro, sino, su madre.
El viento que bailaba y entraba por la ventanilla abierta del lado de conductor despeinaban su cabello. Luzu ya con algo de desespero por haber estado casi todo el camino, a su escuela, arreglándose los mechones de su flequillo, se quejó con un carraspeo que su madre ignoró. Desde la visita de su madrina el viernes no habían hablado más que un "buen día" y "buenas noches". Cómo si el fuera el responsable de la discusión que tuvieron ambas. Según su propia perspectiva, él no tenía nada que ver con aquel tema.
⸻ Llegamos. ⸻ murmuró sin siquiera girarse a ver a su hijo. Luzu tampoco se volteó a verla. Apenas se bajó de coche, la mujer aceleró y se largó del campo de visión del adolescente.
Que castigo tan horrendo era la ley del hielo. Le dolía mucho que en su casa nadie le hablara, aunque en verdad, casi nunca lo hicieran. Extrañaba un poco las preguntas sobre las materias y sus estudios de su padre, y los consejos inútiles de su madre.
¿Que había hecho ahora?
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Sus auriculares estaban apretados en sus orejas, bajo su campera azul oscura se encontraba el cable de aquel aparato. La música sonaba por sobre todo el barullo de adolescentes excitados por volver a ver a sus amigos.
⸻ ¡HOLAAA, LUSUUUU! ⸻ girando su cuerpo hacia aquella voz, vió como un chico de gorro lo saludaba enérgicamente desde el pasillo de la clase de historia.
⸻ Oh. Hola, Alex. ⸻ bajó sus auriculares, para dejarlos colgando en el cierre de su campera. No quería parecer un desinteresado por no quitarse los auriculares y escuchar atentamente a los demás cuando le hablaban.
⸻ ¿Dónde tan seco mi buen? ⸻ rio acercándose peligrosamente al espacio personal del castaño. ¿Qué demonios tenía este chico con su espacio personal? ⸻ Sabes cuál es mi apodo. Úsalo.
Estaba inseguro al respecto. No quería generar algún tipo de confianza con ese muchacho. Pero los ojitos titilantes de Alex le exigían que lo hiciera. No tenía de otra más que decirle su estúpido apodo.
