11: ¿Qué podría pasar?

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22 | Mayo | 2009

—¡Aslan! —Como puede se las arregla para acercarse al hombre, que aún sigue tendido en el piso, pero le duele todo. —¿Estás bien?

—N-No puedo respirar. —Murmura, con la voz entrecortada y en posición fetal. —Creo que voy a morir... Diré mis últimas palabras.

—¿Te sientes cansado?

—Sí

—Interesante...—Esas fueron las últimas palabras de April, antes de sacar su cuaderno y empezar a hacer anotaciones, dejando de lado a Aslan.

—¿Aló?, tierra llamando a April. —Aslan se levanta del piso, acercándose hacia la mujer e intentando llamar su atención. —Estoy en mi lecho de muerte, a punto de decir mis últimas palabras... ¿Y tú estás ignorándome?

—Solo dame un segundo, es importante que anote esto. Tú ni siquiera estás muriendo de verdad, solo estás cansado y siendo dramático.

—¡Pero es extraño! —April entrecierra los ojos, intentando concentrarse en lo que está escribiendo y no en las quejas de su acompañante. —Hace unos minutos estábamos en otra línea, y me sentía perfecto, fresco, como una lechuga. Ahora estamos en esta, y siento como si un hipopótamo hubiese bailado encima de mí. No lo entenderías.

—Sí, lo entiendo. —Dice, por fin, prestándole atención al pelinegro. —Yo también me siento así, por eso es importante anotarlo. —Aclara, señalando el cuaderno.

—¿Es importante anotar que estamos cansados?

—Es importante anotar el motivo por el cual estamos cansados.

—¿Porque hemos recorrido muchas líneas?

—No tiene que ver con la cantidad, sino con la distancia. Tú mismo lo dijiste, hace unos minutos estábamos bien, y así ha sido durante todo este tiempo en que hemos estado viajando, hasta ahora.

—¿Y qué cambió?

—La distancia entre líneas. —Afirma, con emoción, una que no dura mucho cuando un estornudo se le escapa. Casi olvidaba que se encuentran en la mitad de una casa abandonada y polvorienta. —Perdón.

Aslan niega con la cabeza, haciéndole una señal con la mano para que continuase hablando.

—Mira este número. —April acerca la máquina, para que Aslan logre ver la pequeña pantalla que hay en la parte superior, y en la cual se proyecta un número.

—¿Nueve mil? ¿Qué significa? Hemos viajado mucho, pero no creo que hayan sido nueve mil líneas.

—No, hemos recorrido tres por día, y ha pasado una semana, en total llevamos veintiún, pero ese no es el punto. La línea en la que estábamos hace unos minutos es la numero cuatro mil quinientos, de esa saltamos a esta, la distancia entre las dos es casi abismal si la comparamos con la que habíamos hecho antes.

—Espera, espera. ¿Me estás diciendo que las líneas tienen números?

—Claro, están enumeradas, la máquina se encarga de eso. Entre más distancia haya de una línea a otra, más agotador es el viaje para nosotros, la máquina recoge más energía y la de nosotros se agota, por eso estamos tan cansados.

—Supongo que esto hace parte de los efectos secundarios que decía Alejandro.

—En efecto. Pero no tienes que preocuparte, procuraré no volver a hacer viajes con tanta distancia de por medio. No sabemos qué consecuencias podría traer hacer un viaje más largo.

—¿Puedo hacer una pregunta? Dos en realidad.

—Adelante.

—¿Por qué hay tantas líneas temporales? ¿Cuántas son?

Espacio, tiempo y otros defectos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora