21: La libreta del pasado

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1 | Noviembre | 2022

—¿Puedo abrazarte?

—No, hueles a pollo y whiskey. —Dice April, con cara de asco, mientras se abre paso entre los pasillos de la casa.

—Sé que me extrañaste, dime, ¿qué hiciste estos días sin mi presencia? Seguro estabas tan aburrida, pobrecita. —Bromea, hasta que se da cuenta de que la mujer ya no está ahí. —¡Oye!

A duras penas puede seguirla hasta el segundo piso, la casa está toda a oscuras, Aslan empieza a creer que a lo mejor April es un vampiro, y que por eso nunca enciende las luces. No le toma mucho trabajo ubicarse y moverse por el segundo piso, esto gracias a la vez que husmearon toda la casa de la variante de April; la estructura es la misma, lo único diferente es la decoración.

Ya hacía un rato que la mujer se ha perdido de su vista, Aslan está demasiado concentrado en la asfixiante cantidad de diplomas colgados en las paredes como para estar al pendiente de otra cosa. Sigue caminando hasta que se encuentra con la que parece ser la habitación de Alejandro, ya que es la única con una puerta de color rojo, sin embargo, parece que no hay nadie más en la casa, aparte de ellos dos. No le da mucha importancia y llega hasta el final del pasillo, donde la puerta del cuarto está medio abierta, y gracias a Dios, con las luces encendidas.

Aunque la puerta abierta es una señal de aprobación para que entre, Aslan de igual forma lleva su mano hacia esta y toca tres veces antes de dar un paso dentro.

A diferencia del resto de la casa, el cuarto está hecho un verdadero desastre, pero, no le sorprende en lo absoluto. Si algo ha aprendido Aslan de April es que, aunque le gusta mucho el orden, le cuesta mantenerlo cuando se trata de sus proyectos. Es por eso que su casa es siempre impecable, menos su laboratorio, y ahora puede comprobar que su habitación tampoco.

La habitación es igual de grande que como la de la otra línea, pero con menos decoraciones y muebles. En el piso hay algunas hojas y carpetas regadas, la superficie de la cama está cubierta por cuadernos, libros, lápices y una laptop; al final de la habitación se encuentra April sentada en un escritorio, igual de desorganizado, pero lo que llama la atención de Aslan son las dos pizarras de corcho colgadas en la pared que están llenas en su totalidad.

—¿Qué es todo esto? —Pregunta, mientras se acerca, intentando no pisar y dañar algo, o de lo contrario podría terminar sin cabeza.

—Me preguntaste que he estado haciendo estos días. —April señala las pizarras, como invitándolo a mirar de cerca, y eso es lo que él hace. Cuando está lo suficiente cerca, primero detalla la pizarra que está llena de post-its, y no tiene idea de qué dicen, ya que todo está escrito en español, además la letra no parece ser la de April, por lo que asume es de Alejandro. —¿Recuerdas el cuaderno que tenía en las manos el día del concierto antes de subirnos al bus?

—¿Te refieres a tu cuaderno?

—Ese mismo, solo que, no es mi cuaderno.

—¿No? —Pregunta, confundido, la cara de April en ese momento es bastante parecida a la de una desquiciada.

Aslan recuerda a la perfección su primera noche en esa casa, la emoción con la que April le había explicado como funcionaban los viajes en el tiempo, incluso si él no había entendido ni la mitad de lo que la mujer le había dicho. Es por eso que la actitud de April en ese momento le sorprende, a diferencia de cada vez en que le explica algún descubrimiento o dato con genuina emoción, ahora solo luce triste, decepcionada, como si hubiese terminado descubriendo algo que no quería.

—El cuaderno que tenía ese día lo encontré tirado en la calle. —Le aclara, mientras toma de entre el tumulto de cosas en su escritorio el dichoso cuaderno. —Este es el mío. —Dice, señalándolo y dejando que lo sostenga, solo para luego darle otro idéntico que también reposaba sobre la mesa. Y este es el que encontré.

Espacio, tiempo y otros defectos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora