27: Punto de quiebre

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«Tú sientes lo mismo».

Susurra una voz en su interior, luchando por ser escuchada. April la ignora, como lleva haciendo desde que vio a Aslan por última vez.

Los dos últimos días se han sentido como un infierno, dos días sin saber nada de Aslan, sin comer o dormir, dos días buscando a Aryn. Decir que su plan de buscarlo por todo Londres sin la ayuda de Aslan es un fracaso, es sin duda un hecho. April se siente como en una pesadilla sin final, aferrándose a algo que no hace más que desmoronarse, quiere pedir ayuda, pero ni siquiera sabe con exactitud cómo alguien podría ayudarla.

Observa la luz roja del semáforo tras los cristales sucios de sus lentes, esperando a que cambie de color para atravesar la calle, mientras tanto, intenta mantenerse con los ojos abiertos.

«Pues yo te amo a ti».

Las palabras del hombre se repiten en su cabeza como un bucle sin final del que no logra escapar. ¿Cómo? ¿Por qué? De todas las personas que se suponen tendrían que amarla, Aslan no entra en la lista, es la primera vez que escucha esas palabras, pero jamás imaginó que él sería el que las diría. Debería estar furiosa. Aslan estuvo mintiendo desde el inicio sobre Mónica, y de todas las cosas que tenía que hacer, enamorarse no era una de ellas. Pero April no está molesta. Confundida, asustada, desorientada. Así es como en realidad se siente.

«La única persona que va a amar tu insignificante existencia, quizás sea tu alma gemela, más nadie, ni siquiera yo.»

Lleva las palabras de su madre incrustadas en el corazón, las volvió su enseñanza de vida, no se permitió rogar ni aceptar el amor de alguien más que no fuese su otra mitad. Pero entonces, ¿por qué Aslan aparece y dice que la ama? No es su trabajo, él no debería sentir amor, porque ella no es su alma gemela.

Cruza la calle y su estómago se revuelve cuando cae en cuenta de lo cerca que está de la que alguna vez fue su escuela, la sola idea de pasar por esa calle logra estremecerla, pero se obliga a hacerlo, porque es la única zona en la que no ha buscado a Aryn. En el fondo, desea que no viva en un lugar que le trae tan malos recuerdos, ella misma vivió ahí con su madre.

Huir de Aslan le pareció la mejor idea después de escuchar su confesión, que en su pecho renacieran todos esos sentimientos y sensaciones que no logra comprender, se sintió abatida por ese torrente de emociones que siempre parecían nuevas, pero que April sabe no lo son, solo estaban ahí escondidas. No sabe qué hacer, qué decir o qué pensar, no sabe cómo poner en orden la situación, solo desea no perder la amistad de Aslan.

Lleva sus brazos a su pecho y se abraza a sí misma una vez que pasa corriendo frente a la vieja escuela, solo alzando la mirada cuando ya se encuentra en la esquina y va a cruzar. Por instinto, lleva la mirada hacia un lado, los autos esperan a que el semáforo cambie, sin embargo, la persona dentro del auto blanco que lleva la delantera capta su atención. Aryn se encuentra ahí, mirando por la ventanilla, esperando para seguir conduciendo.

April se queda paralizada en la mitad de la calle, con la mirada fija en Aryn, incapaz de creer que después de tanto tiempo buscándolo por fin pudo encontrarlo. El sonido de varios autos pitando la traen de vuelta a la realidad, tiene que correr hasta el otro lado de la acera para que no la atropellen. Ve el auto alejarse y empieza a desesperarse, no lo piensa mucho antes de extender un brazo y detener un taxi, al cual se sube enseguida.

—¡Siga a ese auto blanco, por favor! —Indica, señalando el vehículo.

El señor sigue sus órdenes sin rechistar, para su suerte Aryn conduce a una velocidad bastante moderada, y además se detiene tan solo una esquina después del colegio, April casi que se arrepiente de pagarle al señor, habría podido correr y ya. Cuando se baja procura permanecer a una distancia prudente, se queda a unos cuantos pasos observando al hombre estacionarse frente a una casa y empezar a bajar algunas bolsas con compras.

Espacio, tiempo y otros defectos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora