22: Las palabras que merecías escuchar

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El aroma del café recién hecho y "Hey, soul sister" de Train sonando por toda la casa, la obligaron a despertarse esa mañana. Por un momento se encuentra desubicada, ya se ha acostumbrado a despertar siempre en distintos hostales cada día, por lo que es extraño estar de vuelta en su habitación.

La canción se le hace irritante, desde aquella vez en que Aslan le propuso que se la cantara a Aryn no pudo volver a escucharla de la misma forma. Aslan se ha encargado de cantarla en cada ocasión que se le presente la oportunidad, sin embargo, debe admitir que encontrarse al hombre en su cocina, bailando mientras prepara el desayuno, es una imagen que se le hace extrañamente agradable, tan familiar que la hace olvidarse del desastre que son sus pensamientos desde hace días.

—Oh, creí que dormirías más tiempo. —Dice Aslan en cuanto nota su presencia, dejando de bailar y acercándole una taza de café desde el otro lado del mesón que separa la cocina.

—Era mi idea, pero hay un intruso muy ruidoso en mi casa. —Bromeó, antes de darle un sorbo a su bebida, sonriendo al descubrir que esta tiene la cantidad de azúcar perfecta.

—Suena terrible. —Declara Aslan, siguiéndole el juego y dejándole en frente suyo un plato con huevos revueltos y tocineta, que April acepta con gusto. No solo llevaba dos días sin dormir, también había estado sobreviviendo a base de fideos instantáneos con coca cola o vino.

—No te haces una idea. —Continúa, devolviéndole la sonrisa para luego empezar a comer. —Pero no puedo sacarlo, sospecho que no tiene a donde ir.

La sonrisa de Aslan decae un poco, lo suficiente para que April sepa que dio justo en el punto. No hace ningún otro comentario al respecto, se concentra en terminar su desayuno bajo la atenta mirada del hombre, el cual parece perdido en sus pensamientos, ya que apenas y le da una pequeña probada a la comida que él mismo preparó.

—¿Dónde está Alejandro? —Pregunta de repente.

—Quisiera saberlo, pero no tengo idea. Cuando llegamos él ya se había ido. —Explica. —Donde sea que se encuentre, no creo que sea por mucho tiempo.

—Qué extraño...—Dice. —Hablando de Alejandro, él escribió en esos post-its que tienes en tu habitación, ¿verdad? No es tu letra.

—Sí, él los escribió. —A April le tomó varias horas reunir cada uno y organizarlos por fecha. —Los estuvo dejando todo este tiempo, por si volvía en algún momento, aunque son solo como pequeñas notitas sobre cosas de su día a día.

—Debe extrañarte mucho.

«Más de lo que me imaginé.»

—Le escribí una carta y también solucioné algunas cosas pendientes para que no tenga más problemas a raíz de mi partida. Parece que lo está llevando bien, la casa está impecable y la nevera llena.

—¿Entonces vas a continuar con los viajes? —April no sabe cómo tomarse la pregunta de Aslan, no es inesperada, de hecho, ya ha perdido la cuenta de todas las veces en que escuchó esa misma pregunta. Pero esta vez el tono de voz tan apagado con el que Aslan pronuncia cada palabra la deja pensando.

—Antes de contestarte, quiero saber tú qué tienes planeado hacer. —Dice con cautela. Aslan sigue mirándola, sin ninguna expresión de la cual April deba preocuparse. —Llegaste al bar anoche con esa maleta gigante, no sé si en Estados Unidos eso es tan normal como los huevos con tocino para desayunar, pero aquí en Londres no lo es. ¿Te echaron?

—La agencia va a devolverme a Estados Unidos. —Admite Aslan, en un susurro lastimero que a April la deja sin palabras. Se mantiene con un gesto serio, pero en el fondo esa nueva información ha hecho estragos con ella, y desconoce el motivo. —En realidad no tengo muchas opciones. La mayoría de guías, por no decir todos, trabajamos en agencias que le pertenecen al gobierno y las cuales prácticamente nos obligan a prestar el servicio, cada vez nacen menos guías. Pedí un traslado aquí a Londres, pero desaparecí por dos meses, a mi jefe no le gustó mucho la idea y me mandó de vuelta. Si no llego en unos días van a empezar a buscarme.

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