ꕤ Halloween I: tal vez van a tener que preparase para competir ꕤ
Halloween. Una fiesta cada vez más popular en el pueblo con el pasar de los años, cada vez era más aceptada y los vecinos se animaban a decorar sus casas y acompañar a sus pequeños a pedir caramelos. Era cada vez más la emoción, que ya hasta comenzaron a celebrar una casa del terror. Los adolescentes estaban ilusionados, algunos se habían apuntado para participar en la festividad, como Ricardo, que ayudaba en la casa del terror, y muchos otros simplemente iban para pasar el rato.
Adal y sus amigos habían decidido pasar de la casa del terror ese año, en cambio se iban a reunir todos en casa de Eider para ver películas de terror, ya que el azabache era el mayor fanático de estas películas, o mínimo su padre lo era. Ninguno estaba muy animado ese año pero habían pasado poco tiempo juntos todo el grupo y cada uno sentía que se lo debía al resto.
Adal fue el primero en llegar a casa de Eider. Llegó quince minutos antes de lo acordado, aunque tampoco tenía nada mejor que hacer en su casa. Aun así, Eider ya tenía todo listo, sabía que sus amigos no eran de llegar tarde, al contrario, solían llegar pronto muchas veces. Cuando el rubio entró en aquella casa donde había pasado tantos momentos durante su infancia y adolescencia lo primero en lo que pudo pensar fue en unas semanas atrás. Justo una tarde en que iban a quedar todos, pero el resto cancelaron los planes, todos excepto Adal y Eider.
Era una tarde lluviosa, en fin de semana, los jóvenes estaban en la plaza del barrio, hasta que la lluvia y el viento fueron tan excesivos que terminaron huyendo a refugiarse a la casa del pelinegro. Esa tarde, el rubio estaba nervioso, era la primera vez que se quedaban a solas desde que Eider se le había confesado o, mínimo, le había besado. Comenzó a pagar su nerviosismo con sus uñas, como muchas veces hacía.
──Me gustaría que fuera a mi a quien mordieras, en vez de quedarte en silencio── interrumpió el azabache tras agarrar la mano de Adal y despegarla de su boca.
El ojiverde trató de contestarle pero no sabía que decir, su cara iba cambiando de color, calentándose, y de su boca salía un balbuceo sin sentido. Eider sonrió de manera tierna al rubio y posó una mano en la mejilla del chico, ante lo que Adal cerró los ojos, dejándose llevar por el tacto de su amigo.
──Aunque tampoco me importaría ser yo el que te mordiera── susurró una vez Adal volvió a mirarlo y acto seguido juntó sus labios con los de su compañero. Un beso que terminó con Eider mordiendo suavemente el labio inferior del rubio.
──Adal, el primero en llegar. ¿Estás compitiendo con Sergio, a ver quién llega antes?── saludó el padre de Eider al ver al amigo de su hijo, sacando al joven de su embobamiento.
Al poco rato, fueron llegando el resto de chicos. Primero Sergio, como decía el padre de Eider solía ser el primero siempre; luego llegó Pedro, llegaba cansado de haber acompañado a su hermana menor a pedir chuches; y, por último, apareció Diago, se disculpó por ser el último, dijo que estaba tratando de convencer a Lucas para que se uniera a ellos, pero el rubio atlético prefirió irse a la casa del terror con algunos de su equipo de fútbol.
Mientras tanto, en otro barrio en el pueblo, más cercano a la iglesia y al casco antiguo, tenía lugar la casa del terror. Un grupo conformado por seis chicas se dirigió hacia el lugar. Habían acordado ir vestidas de colores oscuros y ahora cada una lucía su maquillaje oscuro con sus vestimentas tan distintas pero combinadas. Verónica iba a la cabeza, con su labial rojo pasión y sus ojos cubiertos de sombras oscuras, expresaba al resto su orgullo por la casa del terror, ya que se sentía parte de ella, a pesar de no haber participado, solo por Rick.
──Arina, ¿qué fue al final de Adal?── preguntó Ester curiosa, acomodándose sus rizos.
──¿Sobre qué? Ya todas sabéis que no me contestó nada realmente── suspiró la joven, pasando sus manos por sus pantalones de cuero, que marcaban sus esbeltas piernas y voluminoso trasero.
──Ya verás como termina sucediendo algo── comentó Alma esperanzada.
La morena había comenzado a salir con el chico de sus sueños hacía poco y vivía en una nube ahora. Después de toda la primaria y secundaria negando sus sentimientos por Jaime, por fin se había permitido sentir y había aceptado al chico cuando se le confesó en la romería. Vestidos con las ropas típicas canarias ambos habían comenzado su romance de película una noche bajo la luz de la cruz que velaba por el pueblo desde lo alto de una montaña.
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amores, dramas y cotilleos
Novela JuvenilLa adolescencia comienza y junto a ello las hormonas empienzan a manifestarse. Esa época en la que no solemos comprender nuestros sentimientos ni cómo o con qué nos sentimos cómodos. Estos jóvenes confusos de un mismo pueblo tratan de averiguar...