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ꕤ Las hormonas son asuntos importantes a los que atender ꕤ

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ꕤ Las hormonas son asuntos importantes a los que atender 

     ──Erica.

     ──Aquí.

     ──Antonio.

     ──Presente.

     ──Bruno. ¿Bruno? ──el profesor miró hacia el asiento del moreno, detrás de Beatriz.

     ──Tuvo que ir a secretaría a hablar de una cosa con la jefa de estudios ──la chica trató de explicar y cubrir al otro.

    La rubia maldecía el momento en que había aceptado cubrir a Bruno, o más bien, el momento en el que el chico decidió marcharse de la clase alegando que tenía algo importante que hacer, después de haber visto a cierto castaño en el pasillo.

    La rubia maldecía el momento en que había aceptado cubrir a Bruno, o más bien, el momento en el que el chico decidió marcharse de la clase alegando que tenía algo importante que hacer, después de haber visto a cierto castaño en el pasillo

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     El aire corría, moviendo las hojas de los árboles y los cabellos de quien pasaba. Los árboles que rodeaban el huerto cubrían del resto del instituto a un joven de tez morena ámbar, apoyado en uno de los gruesos troncos, y a su fino compañero que iba dejando besos por el pecho del contrario.

     El moreno de cabellos rizados cortos aspiraba el humo de su cigarrillo mientras sentía las caricias del pálido chico, cada vez más suaves, y unas agradables cosquillas. Al percatarse de cómo los besos del de corte librito bajaban hasta de su vientre bajo soltó una leve risa, dejando salir el humo de su boca.

    ──¿No eras tú el que no quería hacer pellas?── acarició el suave cabello de su compañero burlándose por las intenciones de este.

     ──Calla, imbécil.

     ──¿Dónde mierda está Ángel? Nos toca exponer hoy── se quejaba Rick sin dejar de mirar fijamente la puerta, preparado para si aparecía el chico lanzarle el estuche a la cara

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     ──¿Dónde mierda está Ángel? Nos toca exponer hoy── se quejaba Rick sin dejar de mirar fijamente la puerta, preparado para si aparecía el chico lanzarle el estuche a la cara.

     La luz del sol de media mañana se colaba por las ventanas y la música clásica había dejado de sonar por los altavoces unos minutos atrás, anunciando el cambio de hora. Desde que la orquesta de Antonio Vivaldi cesó, la profesora de Literatura había llegado a la clase de 1ºBachillerato de Humanidades, lista con su cuaderno y bolígrafo en mano para dejar la clase en manos de sus alumnos y de sus proyectos acerca del teatro hispano.

     ──¿Quiénes empiezan?

     Ante tal pregunta el silencio inundó el aula y la tensión aumentó. Se levantó el primer grupo encargado de exponer, mientras el segundo grupo estaba cada vez más nervioso por la falta de uno de sus integrantes. Rick y Eider tan solo con una mirada ya se habían propuesto llevar a cabo un asesinato como Ángel no se presentara. Por otro lado, Adal parecía a punto de desmayarse, su cara estaba más pálida que el folio que sostenía en una de sus manos y ante el pánico que comenzaba a sentir había empezado a morderse las uñas de su otra mano. Por muchas exposiciones que le tocara hacer sentía que no las lograría llevar a cabo bien.

     Eider que se encontraba a su lado, suavizó su rostro al percatarse del estado de su amigo rubio y se acercó con la intención de calmarlo con una broma, aunque bien sabía que solo lo alteraría más.

     ──Ey, ¿no habíamos dicho que yo era el único que podía morderte?── mencionó con tono burlón cerca del oído del otro, que se sobresaltó al sentir el cálido aliento del azabache en su oreja y cuello.

     Luego se alejó un poco para mirarle directamente a los ojos, la cara de Adal iba pasando de un blanco amarillento a un rojo intenso, por lo que optó por apartar la mirada de esos ojos oscuros.

     ──El imbécil de Ángel llegará y saldrá todo bien, pero deja de morderte o te vas a hacer daño── soltó antes de apoyarse sobre la mesa y dirigir la mirada hacia la puerta, esperando que Ángel sí que llegará.

     ──El imbécil de Ángel llegará y saldrá todo bien, pero deja de morderte o te vas a hacer daño── soltó antes de apoyarse sobre la mesa y dirigir la mirada hacia la puerta, esperando que Ángel sí que llegará

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     El castaño tosió al tragar el espeso líquido blanquecino.

     ──Soy la hostia, admítelo── mencionó limpiándose la boca con la manga del suéter beige que llevaba.

     El de cabellos marrones delante de él rio y se agachó para depositar un beso sobre la nariz de su compañero. Al levantar la vista vio a un hombre que se acercaba hacia el huerto.

     ──Mierda── se abrochó bien el pantalón y jaló el brazo del castaño para que se fueran.

     Este último iba a quejarse, pero justo el hombre los vio.

     ──¡Oye! ¡Ustedes dos!

     ──¡Oye! ¡Ustedes dos!

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amores, dramas y cotilleosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora