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ꕤ Halloween II: los canis ꕤ

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Halloween II: los canis

     Tras salir de la casa del terror, Verónica y Lutxi se separaron del grupo, la pequeña plaza donde se realizaba la casa del terror estaba abarrotada de gente, sobre todo adolescentes que conocían, y las jóvenes deseaban respirar aire fresco y apreciar el cielo nocturno. Caminaron hasta la cancha del barrio, cerca de donde se encontraban el resto, aunque lo suficientemente alejada como para que se vieran las estrellas y no se escuchara escándalo de fondo. Lutxi se tumbó sobre el suelo, boca arriba para disfrutar de las pequeñas motas brillantes en el cielo, y Verónica se sentó cerca de ella, en una máquina para hacer ejercicio de la cancha. Ese lugar no tenía iluminación, las chicas completamente a oscuras miraban al cielo y se perdían en su infinidad.

     ──¿No te resulta hermoso esto? Nos creemos tanto y somos tan poco en la galaxia.

     ──Ojalá poder estar así hasta la eternidad── justo en el momento en que hablaba, unas luces alumbraron a las jóvenes.

     Las linternas de los móviles encandilaron a las chicas, Lutxi se levantó del suelo desconcertada y Verónica se quejó por la claridad.

     ──Tranqui, sólo son dos chiquillas── suspiró un chico, aliviado al darse cuenta de que no era la policía.

     En ese momento a las jóvenes les invadió una gran tristeza al darse cuenta que no iban a poder estar solas disfrutando de la tranquilidad de la noche más. Un grupo de fumetas, de canis, habían venido a arruinarles su paz.

     ──Si nos ven fumando no digan nada, ¿vale?── el de cabello rapado que había hablado la primera vez se dirigió a las chicas, quienes tenían una mirada de asco puesta en él, para después mirarse mutuamente y suspirar agotadas.

     Lutxi posó su mirada en cada uno de los chicos que habían llegado. Distinguió a Bruno y a unos cuantos que le sonaba haberlos visto, pero quien más le sorprendió ver fue a Ángel. La rubia le hizo un gesto a su amiga y ambas se quedaron mirando al castaño. Ángel se percató rápidamente de ello y se acercó.

     ──Nunca pensé que diría esto, pero mi primo es quien les proveé la hierba── comentó Lutxi al fijarse como Bruno sacaba una bolsa de su riñonera y comenzaba a pasarla.

     ──¿Alguien tiene un mechero?

     Lutxi posó su mirada en el bolsillo trasero del pantalón de Bruno, agarró el mechero que sobresalía y se lo tendió a Santiago, acercándose ligeramente a él. Sus manos rozaron y la joven sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al recibir la sonrisa coqueta del cani.

     ──¿Tú no fumas?── inquirió Verónica, abrazándose a sí misma por el frío que comenzaba a sentir. Tal vez aquella minifalda de cuero con medias de rejillas anchas no había sido la mejor opción.

amores, dramas y cotilleosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora