Capítulo 15

174 9 0
                                    

Deagon ni siquiera se detuvo para ver que sir Fausto se había quedado atrás, no podíamos dejar al otro ahí desangrándose y estaba segura de que él solo no podría liberarse del árbol; sir Fausto había pensado lo mismo que yo. Además, ahora que había descubierto nuestra relación podía quedarse tranquilo dejándome ir con Deagon. Me subí al caballo con él y cabalgamos juntos. Notaba su cuerpo tenso pegado al mío, con su pecho en mi espalda y un brazo de hierro rodeando mi cintura. Le cogí una mano y entrelacé nuestros dedos, con la otra sujetaba las riendas y guiaba al caballo.

—Tranquilo, Deagon, estoy bien —dije, mirándole por encima del hombro—, podía defenderme sola.

—No quiero que nadie vuelva a tocarte. Nunca —gruñó, lanzándome una mirada furiosa que sabía que en realidad no iba dirigida hacia mí.

Regresamos al castillo y dejamos el caballo en la cuadra ante unos atónitos mozos. Deagon me ayudó a bajar y entramos por una puerta trasera directos hacia la biblioteca para buscar algo de intimidad. Nadie solía visitarla mucho.

—¿Sabías que te iba a pedir matrimonio?

—Baja la voz y no me grites a mí.

—¿Lo sabías?

—En algún momento tenía que pasar y se acababa el tiempo. ¿Qué esperabas? Han venido a cazar la corona así que es bastante lógico que me pidan matrimonio.

—Al próximo que te lo pida lo mataré.

—¿Te has vuelto loco?

—¡Sí! ¡Por ti!

Su grito hizo eco en las estanterías llenas de libros. Ambos nos miramos con tensión y la respiración agitada por la discusión.

—Sabes que tengo que encontrar un consorte adecuado.

—No tienes que encontrar nada. Estoy aquí.

—Un consorte adecuado —recalqué.

Vi un golpe de dolor en su mirada por culpa de mis palabras, pero era la verdad y ambos lo sabíamos. Uno adecuado, uno fácil, que no me complicase más la vida.

—¿Entonces por qué lo has rechazado?

Abrí la boca para contestar pero me quedé muda. Deagon se acercó, di un paso atrás, pero siguió avanzando hasta alcanzarme y aprisionarme contra una estantería. No pude sostenerle la mirada, esos ojos grises querían arrancarme verdades ocultas.

—¿Por qué, Rania?

Escuchamos pasos acercándose y Deagon se separó soltando una maldición, pero esa vez no se escondió. Era el rey quien venía en mi busca.

—¿Se puede saber qué ha pasado? —preguntó con furia nada más vernos. —¿Por qué ha regresado tu pretendiente con la mano apuñalada?

Pasó su mirada acusatoria de su hermano a mí.

—Porque le puso la mano encima a tu hija. Tiene suerte de seguir respirando.

—¿Qué te ha hecho? ¿Estás bien?

—Sí, padre, estoy bien. No le gustó que le rechazase.

—¿Y por qué demonios hiciste eso?

—¿Preferirías que me casase con alguien que me ha levantado la mano?

—No te la había levantado en ese momento sino después, no lo rechazaste por eso, no creas que puedes manipularme, jovencita. Estás empeñada en no casarte y entorpecerlo todo.

Apreté los dientes y le mantuve la mirada sin dejarme intimidar por la furia del rey.

—No era el adecuado y solo lo ha confirmado con su reacción.

EL JUEGO DE LA CORONA fanfic HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora