Capítulo 8

241 14 0
                                    

Cuando desperté me sentía como en una nube, pero el sueño que había tenido con Deagon me calentó la sangre en cuanto lo recordé, había sido tan intenso que parecía real, tan real que dolía. Adormilada, bajé una mano por el vientre hasta colarla entre mis piernas y me sorprendí al notarme muy sensible, como si... como si ya... me hubiera tocado. ¿Lo habría hecho mientras dormía? Aparté la mano, avergonzada y confundida, y abracé la almohada sin querer levantarme. Sentía las manos de Deagon por todo mi cuerpo, su aliento en mi cuello, sus caderas empujando. Me incorporé cogiendo aire con una bocanada y el corazón acelerado. Era imposible que fuese real, ¿verdad?

Laila entró con otras doncellas y me prepararon un baño relajante para recuperarme de los festejos. Y de mis sueños. Pasé toda la mañana distraída y sonrojada, mientras Laila me peinaba y vestía, mientras bebíamos té con sobras de anoche, mientras paseábamos por el jardín y mi amiga fingía que no se daba cuenta de que no la escuchaba cuando hablaba y solo contestaba con monosílabos.

No nos encontramos con Deagon en ningún momento y sentí una profunda decepción al tampoco verle en el comedor cuando me junté con mi familia para comer. Evité preguntar por él, pero no seguir pensando en él. Mis otros tíos informaron de que al día siguiente se marcharían y ambos primos me invitaron a visitarlos pronto para que no volviese a pasar tanto tiempo sin vernos. Sonreí y asentí educadamente, eso no sucedería.

Después salí con mis primos y Laila a montar a caballo; la necesitaba para poder soportarlo, con ella presente serían un poco más discretos y no pelearían por mí como si fuese un trozo de carne y ellos dos perros callejeros. Laila llevó el peso de la conversación de nuevo, yo solo era un fantasma a su lado; seguía soñando, pero cuanto más tiempo pasaba más real e irreal me parecía todo al mismo tiempo. Los recuerdos se desvanecían, pero no su tacto de mi piel, y eso me volvía loca.

¿Podía confiar en Deagon?

¿Podía confiar en mí misma cuando se trataba de él?

O todo mi criterio y sensatez se perdían en la profundidad de esos ojos grises como un océano helado engulléndome.

¿Podría separar lo que sentía mi cuerpo de lo que debería pensar mi mente?

Sólo quería que volviera a tocarme.

Estaba perdida, porque debería odiarle si había sido real, y odiarme a mí misma si no lo había sido, pero era incapaz.

Hubiera sido real o no, sólo deseaba que volviese a suceder, pero no podía permitir que el deseo me destruyese, tenía que ser más fuerte. No podía decepcionar a mi madre, ni a mí misma. Deagon no solo estaba prohibido, era el pecado en sí mismo, y el demonio que me empujaba suavemente a perderlo todo.

No, no podía confiar en él.

Ni en mí misma.

Tenía que buscar la forma de quitarlo de en medio. Tal vez si le contaba a padre que me había hecho daño, o... no, la otra opción era impensable, tal vez podría verter rumores sobre él, atacar su precaria reputación y que se viera obligado a marcharse de nuevo, para siempre esta vez, pues cuando yo reinase nunca sería bien recibido.

—Hoy llevas todo el día desaparecida —dijo Laila mientras me desenredaba el cabello.

—Estoy aquí.

—No, amiga, no lo estás, y empiezo a preocuparme, no solo por hoy, desde que tu madre... no has sido la misma.

—Es complicado.

—Pero no pareces ir a mejor cada día que pasa.

—Pronto estaré bien, confía en mí.

Todos mis problemas desaparecerían: mis enemigos, mi competencia, mis pretendientes, mi demonio de ojos grises, mis pesadillas, y me centraría en que padre me viese como una digna sucesora.

EL JUEGO DE LA CORONA fanfic HOTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora